Mulino comenzó a distanciarse de Martinelli incluso antes de lo que los más pesimistas pensaron. Si bien es cierto que el día que ganó se echó un discurso incendiario y de abierto agradecimiento a Martinelli, ese “misión cumplida” que gritaba parece que fue no el inicio, sino el fin de esa misión que, en efecto, emprendieron juntos.
Pasó con Uribe y Santos, con Lula y Dilma, con Lenin Moreno y Correa, con Evo y Luis Arce… Todos llegaron al poder con la bendición de otro, pero se pusieron la banda y chao que te vi. Adiós servilismo. Bueno, acá está pasando antes de ponerse la banda.
Al día siguiente de haber ganado, Mulino se reunió con Blinken y con la embajadora de Estados Unidos. En el discurso de proclamación no mencionó ni a Martinelli ni a Marta. Y visitas a la embajada, tampoco ha habido. Pero el mensaje más claro y evidente es que los ministros que designó no son del círculo de confianza de Martinelli. Y los que trabajaron en ese gobierno siempre fueron más cercanos a Mulino que a Martinelli.
Y Martinelli se la olía. Tanto, que la felicitación pública a Mulino llegó dos días después de la elección. Por eso, mientras Mulino coloca las fichas para empezar a jugar su partido de ajedrez, Martinelli arma su propio gobierno dentro del gobierno. Porque como no podrá controlar el Ejecutivo, necesita controlar la Asamblea y su partido. Por eso sigue pataleando por la curul de Alejandro Pérez, quien lo reemplazó en la candidatura a diputado del 8-4 cuando a él lo bajaron. Por eso ya empezó con los mensajes de “hay que”, con todo lo que según él debe hacer el próximo gobierno. Por eso invitó a CD a dejar las diferencias y volver a la casa, donde ellos son los hijos y él el papá. Por eso empuja para la presidencia de la Asamblea a Camacho, su amigo fiel. Por eso coordina reuniones con los diputados electos de RM e incluye, por ahora, a dos diputados de otras bancadas. Por eso ha recibido la visita de al menos 12 diputados y dos alcaldes en la embajada desde la que, con la permisividad de Nito y su cancillería, viola las convenciones de asilo haciendo política. Por eso Camacho no fue a la reunión que tuvo Mulino con la directiva de RM, aun siendo el secretario general. Por eso se reunió con la bancada de RM el mismo día que Mulino presentó a su gabinete.
Porque él necesita tener el poder de sus partidos y, además, decidir la suerte del país. Y la suya. Él quiere ser la mano que mece la cuna. Pero esa relación es insostenible, y la tensión ya se empieza a notar.
Mulino le tiró el puente a Vamos y además de sentarse con Juan Diego Vásquez en la toma de posesión de la Cámara de Comercio, se reunió con él en privado. Acto seguido, Martinelli atacó a Juan Diego en redes sociales. Sin atreverse a decir el nombre, para variar, pero lo hizo. Y esa parece que será la tónica. Cada vez que Mulino actúe con autonomía, sin hacer lo que Martinelli quiera o sin consultarle, este intentará obstaculizarlo.
Porque Martinelli es así: contradictorio. Empoderó a Mulino para que lo reemplazara, para que luego Mulino no tuviera poder. Fuera chistoso si no fuera real. Pero lo es.
Si Mulino sigue la tesis “Martinelli es Mulino, Mulino es Martinelli”, acabaría con su identidad como mandatario. Y eso es insostenible. Panamá tiene un solo presidente, no dos.
Habrá que ver qué pasa con el famoso salvoconducto, que es la única manera legal de poder “ayudarlo”, como Mulino prometió. Única, salvo que le reduzca la condena… porque el indulto no procede, y la amnistía y un nuevo juicio, menos. Ya ha habido conversaciones entre el gobierno entrante y el saliente para que el saliente se lo dé, si total ya salen desacreditados. Pero si se lo dan, tampoco tiene que irse. Puede quedarse y seguir perturbando la paz social, que es lo que lleva 15 años haciendo. Habrá que ver.
Lo cierto es que el éxito o el fracaso de Mulino dependerá de su relación con Martinelli, porque si él pretende hacer un gobierno financieramente sostenible, con inversión extranjera, creando confianza para la inversión local y haciendo los cambios necesarios, no puede seguir el manual ni estar acompañado de un personaje con ese “pedigrí”.
Ojalá se peleen de una vez por todas, porque hasta que eso no pase, quien pagará esa rivalidad, con incertidumbre y tensión, somos los ciudadanos. Aunque esto es lo que el país eligió. Ahora toca aguantar.