Para lo poco que hacemos en turismo, nos va demasiado bien. De enero a septiembre de este año, según la ATP, llegaron 1.8 millones de visitantes: 44% más que en el mismo periodo del 2022. De esos 1.8 millones, 1.4 millones se quedaron más de dos días. El resto o vino por un día o se bajó de un crucero.
Cada turista deja alrededor de $273 al día. Y se queda, en promedio, ocho días. El ingreso en esos nueve meses fue de 4 mil 128 millones de dólares, 19% más que en 2022. Eso equivale a 11 anualidades de la mina que no queríamos y que ahora tenemos todos.
Crecimos, a pesar de que no hay políticas públicas y cambiamos de ministro y de librito cada cinco años. O cada menos, como en este gobierno con el tristemente recordado Iván Eskildsen. El crecimiento es silvestre, aun cuando el turismo es el tercer mayor generador de empleo del país.
Crecemos, pese a que las reglas no son iguales para todos. Cómo olvidar el incentivo que se inventaron para reembolsarle a los amigos el 100% de su inversión vía créditos fiscales, aun cuando su proyecto fuera residencial o estuviera fuera del Plan Maestro.
Crecemos pese a la corrupción. Con Martinelli se hicieron el aeropuerto de Colón, que nos costó $58 millones, y el de Río Hato, que costó $53 millones y donde lo más destacable que ha pasado es que Enrique Iglesias aterrizó ahí para grabar un video por el que, de paso, pagamos $250 mil dizque para promocionarnos. Ah, más los $27 millones que usaron para remodelar el aeropuerto de David. ¿Para que este año solo el 12% de los visitantes haya entrado por esos aeropuertos? No hay derecho.
Crecemos, pese a que no atraemos nuevas aerolíneas. Tenemos el hub, sí, pero solo el 1.5% de los pasajeros se queda aquí.
Costa Rica vende naturaleza. Perú da hambre. Dominicana te mete sus playas por los ojos. ¿Qué vende Panamá? ¿Qué ofrece? Tenemos todo: cultura, gastronomía, parques, el Canal, shopping, sol, playa, naturaleza, facilidades para llegar, se usa el dólar, es bilingüe… Nuestra materia prima es envidiable. Pero no tenemos identidad. El gobierno pasado suspendió la publicidad internacional y hasta hace nada teníamos dos marcas país. Ambas malas, además.
Crecemos, a pesar de que, hasta 2022, solo habíamos ejecutado el 2.5% del préstamo de $100 millones que nos hizo el BID n el 2019.
Crecemos, a pesar de que no tenemos un calendario de actividades de verano, carnavales bien organizados ni turismo cultural.
Crecemos, a pesar de que no contrarrestamos en el exterior las noticias negativas que salen de Panamá. A pesar de que Estados Unidos, Canadá y otros advierten que Panamá es inseguro.
Crecemos, a pesar de que para niños solo ofrecemos ir a ver monos en Gamboa. Si no te flateas en el camino.
Crecemos, a pesar de que el centro de convenciones abrió siete años después de lo anunciado. A pesar de que tenemos un gabinete turístico que bien, gracias. A pesar de que no tenemos infraestructura en las playas: estacionamientos, baños, regaderas, seguridad, actividades ni servicios… A pesar de que en la carretera, si no hubiera Va y Ven tampoco habría baños.
Crecemos, a pesar de que el Canal, el lugar más visitado en Panamá, tiene cerrado el restaurante y la sala de exhibición. A pesar de que el Casco Antiguo, el segundo lugar más visitado de Panamá, no tiene señalizados los lugares históricos, conectividad interna ni actividades para los turistas.
Crecemos, a pesar de que para llegar a Portobelo hay que cruzar 200 patacones y para estar en San Blas o tienes bote o te asoleas en tu toalla pagando entrada. No hay término medio.
Crecemos pese a que la ATP no es técnica sino política. Pese a que no tenemos data consistente y cada asociación maneja otra cifra.
Crecemos, a pesar de que, por los cierres mineros, en dos meses perdimos $200 millones, 66 mil turistas y 18 paradas de cruceros.
Crecemos a pesar de todas las estupideces que hicieron en pandemia, como encerrar a los sanos, prohibir la entrada a las playas, tratar como delincuentes a los turistas en un aeropuerto totalmente militarizado (en el que por cierto aún no limpian bien los baños) y mandarlos a hoteles hospitales sucios y con extraños.
Crecemos, a pesar de que estábamos en el top 10 de las ciudades con más reuniones… y lo perdimos. Aun con leyes anti-turistas, como no dejarlos entrar con menos de mil dólares en efectivo. Y aun cuando tenemos una deuda de años con los mayoristas clave.
Crecemos, a pesar de la basura que se desborda por todos lados. Razón número uno por la que los turistas no vuelven, según la ATP. Crecemos, pese a que no hay una carrera turística ni calidad y cultura de servicio. Pese a que la luz se va un día sí y el otro también y que los taxistas o no van o le cobran más caro a los fulos. ¿O es que somos juega vivo solo entre nosotros?
Crecemos, pese a que en el 2022 Promtur recibió $1.5 millones para promocionar el país, $18.5 millones menos de lo que dice la ley.
Crecemos, a pesar de que hacer turismo interno es más caro que viajar afuera. Y encima complicado por tierra y carísimo por avión.
Crecemos. A pesar de todo, crecemos. Ahora imagínense cómo volaríamos si moviéramos un dedo.