Ambiente, ciencia, historia

Donald Worster (Kansas, 1941) es uno de los fundadores de la historia ambiental en los Estados Unidos. Entre sus ensayos destaca Reencuentro de Culturas. La historia ambiental y las ciencias ambientales (1996), donde aborda la visión de C.P. Snow (1905-1980) en su libro Las Dos Culturas y la Revolución Científica (1963), que considera a las ciencias naturales y las Humanidades como “dos culturas” separadas por “un golfo de mutua incomprensión”.

Para Worster, ya era necesario vincular ambas culturas a la crisis ambiental que nos obliga “a enfrentar el dilema de cuánto tiempo podrán sostenerse en un medio ambiente degradado y agotado.” Eso, dijo, requería explorar tanto la influencia del mundo biofísico “en el curso de la historia humana”, como los intercambios ecológicos “entre las comunidades humanas y sus entornos - el mundo material, y real, de objetos que no hemos inventado, pero que inciden constantemente sobre nuestra vida cultural.” Así, la colaboración entre ambas abriría una permitiría indagar sobre nuestros problemas globales vinculando la naturaleza que describen los científicos “con la historia humana y todas sus contingencias, accidentes, ciclos, ideas y fuerzas sociales”, que inciden en la evolución de esa naturaleza y hacen de ella “un resultado de la historia.”

Para Worster, esta colaboración era, es, indispensable para responder a una misma pregunta: “¿por qué nos encontramos en una situación de crisis con el ambiente global?” Los científicos, dijo, “han descrito esa crisis con impresionante precisión”. Sin embargo, no pueden explicarnos por qué tenemos las sociedades que la han generado, porque las fuentes de esta crisis no radican en el funcionamiento natural de los ecosistemas, sino “en el modo en que funcionan nuestros sistemas éticos”.

Esto demanda entender la relación entre “la reorganización que hemos hecho de la naturaleza” y “los sistemas éticos que han orientado esa reorganización,” entendiendo que ambos campos se vinculan “por lazos inagotables de intercambios, interacciones y significados, de modo que constantemente colapsan el uno sobre el otro.” La naturaleza, concluyó entonces, “es la parte mayor - y la más compleja y maravillosa” de la materialidad del mundo, y solo la colaboración entre ambos campos del saber permitirá “reconocer el significado de esa naturaleza autónoma, y respetar sus armonías discordantes, su intrincada evolución.” Ese desafío aún está pendiente entre nosotros.

El autor es humanista e integrante de Ciencia en Panamá.


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