Cuando transcurrió el primer debate del proyecto de ley, que a la postre se convertiría en la Ley 406 de 2023, en la Comisión de Comercio de la Asamblea Legislativa, el día 18 de octubre de 2023; estando en las calles el pueblo panameño reclamando la forma como se había negociado el contrato de concesión minera y las claras intenciones del Órgano Ejecutivo y Legislativo de dar viabilidad este acuerdo, a todas luces entreguistas y lesivos a los intereses de la República de Panamá, ocurrió una escena que no debió haber durado más de un minuto, cuando el presidente de la comisión, Roberto Abrego, sometió a votación de los diputados comisionados el proyecto de contrato; en ese momento Abrego pregunta a la comisión que levantarán la mano quienes estaban a favor, contabilizando a la secretaria (diputada Cenobia Vargas) siete votos, posteriormente pregunta quienes estaban en contra, contabilizando dos votos (del diputado Juan Diego Vásquez y Elías Vigil), es ese se instante cuando la secretaria de la Comisión lanza una sonora y afrentosa risa burlesca a los dos diputados, que tuvieron la valentía de oponerse al proyecto de venta de la Nación.
Esa sarcástica risa no es solo una burla a estos dos Diputados, es una guasa, de mal gusto, a todo los panameños que estaban en las calles protestando contra la ignominia que estaba a punto de fraguar la Asamblea, en concubinato con el Ejecutivo; era un mensaje de reto a todos los ciudadanos decentes de esta país, era un no me importa a los residentes de Donoso que a lo largo del proceso de aprobación se habían opuesto al proyecto, un no rotundo a los docentes, sindicalistas, ambientalistas, abogados, financistas, quienes expusieron las inconveniencias del acuerdo minero. Esos segundos, que duró la risa de la señora diputada, en mi opinión, pasarán a la historia como la mayor burla a todos los panameños, que de forma decente y cívica estábamos en las calles defendiendo a este país; sin importar nuestra ideología, nuestra profesión, credo político, religión; esta risa burlesca unió a todo un pueblo para luchar hasta el final por un norte único: Panamá.
Esa carcajada fue el prólogo de la mayor osadía cometida por una Asamblea Nacional, que concluyó en aprobar el contrato; que pasó por encima del mandato constitucional que ordena que el poder solo emana del pueblo; y que ellos prefirieron olvidar plegándose a quien sabe qué oscuros y particulares intereses.
El final es harto conocido, un contrato “expulsado del sistema normativo que rige en el país” por mandato expreso de la decisión de los nueve (9) magistrados de la Corte Suprema de Justicia, quienes dieron prevalencia al medio ambiente y la salud de los panameños y panameñas; un país más unido que nunca en torno al interés nacional y con una memoria histórica que no olvidará esta afrenta de los Diputados y la risa infamante de uno de sus miembros. En las próximas elecciones nos tocará a nosotros reír.
El autores abogado