Anticorrupción: ¿una solución a todos los problemas?



En el Latinobarómetro 2023, la corrupción aparece como principal problema del país según las personas encuestadas en Panamá, mientras que en la región es considerado el cuarto problema. De modo similar, en las Encuestas del Centro Internacional de Estudios Políticos y Sociales (Cieps) de Ciudadanía y Derechos de 2021 y 2023, la corrupción pasó a ocupar el primer puesto como principal problema, sustituyendo a la inseguridad. En Panamá, tras las cuarentenas por la covid-19, entre las más estrictas y extensas del mundo, se redujo la tolerancia al mal manejo de los fondos públicos.

En la opinión pública panameña y en los medios de comunicación están fuertemente instaladas algunas narrativas que describen la corrupción como una serie de prácticas propias de los integrantes de partidos políticos o de algunos funcionarios que individualmente se aprovechan de su posición para obtener beneficios económicos. Pero siguiendo el trabajo del politólogo Sergio García Rendón en el Cieps, la corrupción, más que una conducta individual desviada para captar una serie de recursos públicos para beneficio personal, es posible entenderla como un tipo de arreglos históricamente consolidados, y han generado una serie de equilibrios que mantienen una determinada red de distribución y acaparamiento de recursos al margen de la ley. En los momentos de bonanza económica estos arreglos son más operativos, pero durante los periodos de crisis tienen mayores dificultades para mantener sus equilibrios.

Las narrativas más individualizantes tienden a situar la corrupción como el origen de todos los males, constituyendo un gran relato que da cuenta de todos los problemas del país. Es frecuente escuchar que el mal estado de los servicios públicos, las deficiencias de la economía, o el defectuoso rumbo del país se debe a que “roban la plata”, y a su vez “que dejen de robar la plata” es la llave mágica para dar solución a todos los problemas. Este tipo de repertorios son predominantes en la población porque la sociedad necesita narrativas que simplifiquen la complejidad, de modo que todos sus integrantes puedan tomar parte y ser miembros de la comunidad política. En un sentido contrario, asumir la complejidad puede generar dificultades para la toma de posiciones.

El relato que sitúa el origen de todos los males en la corrupción no es exclusivo de la actualidad. Algunos relatos historiográficos establecen que todas las caídas de los grandes imperios se producen por la corrupción, pero este argumento llevado a un extremo nos podría hacer creer que toda la historia de la humanidad y del comportamiento humano se explica por medio de la corrupción. No existe ningún populismo contemporáneo que no contemple la utilización del discurso anticorrupción como una estrategia para la toma del poder. En cierta medida, la anticorrupción constituye una forma redentora de enfrentar el mal, con un fuerte componente moral que pretende guiar al país por un horizonte purificador.

Pero ¿puede la anticorrupción constituir un proyecto político real para un país? Difícilmente es posible, ya que la corrupción es un punto de partida ético y deontológico, pero no puede ser un punto de llegada. La política sin corrupción es un axioma, pero no la define ni es una parte constitutiva de su desarrollo. Es como si pensáramos que el cumplimiento del juramento hipocrático por parte del personal médico es una política de salud igual que la prevención y la promoción de la salud o el fomento del bienestar sanitario, cuando el que los médicos o las médicas cumplan con su mandato ético es una premisa, pero en ningún caso compone un modelo de política sanitaria.

Siguiendo a Laclau, algunas versiones del discurso anticorrupción constituyen un potente significante vacío, no porque carezcan de significado interno, sino por su capacidad de vincularse con una amplia gama de demandas y problemáticas externas a él. En La razón populista, Laclau explica que “el significante vacío puede operar como punto de identificación sólo porque representa la cadena equivalencial”, articulando un repertorio de demandas en torno a un elemento que posibilita la acción política. Durante el trabajo de campo de la II Encuesta Cieps de Ciudadanía y Derechos (2021), un entrevistado en Tortí (una población casi limítrofe con la provincia del Darién) frente a la pregunta sobre los diferentes problemas que aquejaban al país asentía al escucharlos todos, (la desigualdad, la educación, la inseguridad ciudadana…), señalando que todos sin excepción eran los principales problemas del país… hasta que se mencionó la corrupción. En este momento el encuestado interrumpió de forma entusiasta a la encuestadora para decirle: “Para…, ahí está todo”.

Los significantes vacíos en la política facilitan construir repertorios en torno a realidades complejas, posibilitando la toma de posición y la acción política, pero tienen el riesgo de afectar la capacidad de análisis de la realidad, que no se puede reducir a un solo factor, eclipsando otros problemas sociales y políticos. A su vez pueden obstaculizar la posibilidad de arbitrar soluciones frente a una realidad compleja que en ningún caso es unidimensional.

El autor es investigador de Cieps


LAS MÁS LEÍDAS