Apología a la excelencia educativa: el futuro de Panamá no se negocia



En medio de los vientos de cambio que trae el nuevo periodo presidencial, una amenaza se cierne sobre uno de los pilares fundamentales de nuestro país: las escuelas modelo. Como egresado de la Academia Panamá para el Futuro, observo con preocupación cómo esta institución, símbolo de excelencia, enfrenta el riesgo de ser suspendida, evidenciando la necesidad de una visión de Estado a largo plazo.

Para 2025, el presupuesto del Ministerio de Educación (Meduca) alcanzará los 3,581 millones de balboas. Sin embargo, persiste una interrogante: ¿por qué nos cuesta tanto priorizar la excelencia educativa? Cada vez que cerramos la puerta a una enseñanza de calidad, excluimos sistémicamente a miles de jóvenes panameños cuyo futuro depende más del lugar donde nacen que de sus capacidades.

En lo profundo de la selva del Darién, una joven estudiante de Premedia alimenta un sueño: ingresar a la Academia Panamá para el Futuro. Sin embargo, esa aspiración, reflejo de la esperanza de toda una generación, se desvanece ante decisiones que privilegian lo inmediato sobre el potencial transformador de nuestra juventud.

La inversión en educación de excelencia no es un despilfarro ni una estrategia de propaganda política: es el cimiento de nuestro desarrollo como sociedad y la clave para alcanzar el éxito como país. Esta realidad se vuelve aún más crítica si consideramos que Panamá, con cerca del 70% de su Producto Interno Bruto (PIB) proveniente del sector servicios, depende más que nunca de formar nuevas generaciones preparadas y capaces. Nuestros bajos resultados en pruebas internacionales como PISA, donde ocupamos el puesto 74 de 81 países, evidencian una realidad preocupante: hemos priorizado políticas de gobierno por encima de políticas de Estado que deberían reflejar las aspiraciones de nuestros jóvenes.

Vivimos en un mundo profundamente interconectado. La guerra en Ucrania altera el precio del combustible, mientras que decisiones políticas en Estados Unidos impactan el mercado global. En este contexto, nuestra posición geográfica privilegiada y el Canal ya no son suficientes para garantizar la competitividad. La verdadera riqueza de un país radica en el conocimiento y la innovación de su gente.

Esto no es una utopía. Países como Singapur y Corea del Sur nos demuestran que la inversión estratégica en educación puede transformar una nación en una generación. Estas naciones, que hace apenas medio siglo enfrentaban desafíos similares o peores que los nuestros, hoy son potencias educativas y tecnológicas gracias a un compromiso inquebrantable con la excelencia académica. ¿Qué nos impide seguir su ejemplo? La respuesta está en nuestra voluntad colectiva de priorizar lo verdaderamente importante.

Conmemorar los 25 años de la reversión del Canal no debe limitarse a una celebración simbólica: es una oportunidad para reafirmar nuestro compromiso ciudadano. El verdadero patriotismo reside en construir sobre los logros del pasado y reforzar la democracia, entendiendo que el progreso no se mide en periodos administrativos ni se limita a una figura política.

Mi experiencia en la Academia Panamá para el Futuro transformó mi vida. Como joven de Arraiján, tuve el privilegio de ser parte de una comunidad estudiantil excepcional, donde mis compañeros fueron una fuente constante de inspiración. La ubicación estratégica de la Academia en la Ciudad del Saber me permitió sumergirme en un ecosistema vibrante de innovación, donde científicos y emprendedores no solo compartieron sus conocimientos, sino que se convirtieron en mentores invaluables. Estas vivencias fueron fundamentales para forjar mi compromiso ciudadano, y estoy convencido de que pueden potenciar a miles de jóvenes para transformar el rumbo de nuestro país.

¡Panameños! Somos los martillos y las ruedas de nuestra nación. No podemos darnos el lujo de sacrificar la educación en el altar de los intereses políticos. El momento de actuar es ahora: alcemos la voz por la excelencia educativa, defendamos nuestros ideales y garanticemos la prosperidad que Panamá merece. El futuro de nuestros jóvenes, al igual que el del Canal, no se negocia.

El autor es egresado del Laboratorio Latinoamericano de Acción Ciudadana 2023.


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