A veces escuchamos frases como “ya estoy muy grande para eso” o “eso es para los jóvenes”. Y sin darnos cuenta, vamos cerrando puertas antes de tiempo. Pero lo cierto es que nunca es tarde para aprender algo nuevo. De hecho, después de los 40, hacerlo puede ser una experiencia más rica, más consciente y hasta más divertida.
Aprender no es solo cosa de niños o estudiantes. Es una necesidad natural del ser humano en todas las etapas de la vida. Y es que el cerebro no se “apaga” al llegar a cierta edad; al contrario, tiene una capacidad impresionante para seguir adaptándose, creciendo y creando nuevas conexiones, gracias a lo que se conoce como neuroplasticidad. En otras palabras, mientras más lo usas, más se fortalece.
¿Y qué se puede aprender a los 40, 50 o más? Lo que tú quieras: un idioma, a pintar, a tocar un instrumento, a cocinar algo diferente, a bailar, a usar la tecnología, a escribir tus memorias, a nadar… El límite lo pones tú. Lo importante es que te genere curiosidad, placer o simplemente ganas de probar algo distinto.
Lo hermoso de aprender en esta etapa de la vida es que ya no lo haces por presión ni por obligación, como cuando ibas a la escuela. Ahora aprendes por gusto, por decisión propia, porque quieres crecer o explorar algo nuevo. Eso le da un valor enorme a cada paso que das.
Además, aprender algo nuevo puede traer múltiples beneficios para tu salud mental y emocional. Por ejemplo:
Mejora la memoria y la concentración.
Fortalece la autoestima, porque te demuestra que aún puedes lograr cosas nuevas.
Aumenta tu creatividad.
Te ayuda a salir de la rutina.
Reduce el estrés, porque te enfocas en algo que disfrutas.
Te conecta con otras personas con intereses similares.
Muchas veces, lo que impide que nos atrevamos a aprender no es la edad, sino el miedo: miedo a no hacerlo bien, a “hacer el ridículo”, a equivocarnos. Pero ¿quién dijo que aprender tenía que ser perfecto? De hecho, equivocarse es parte esencial del proceso. Cada error te acerca más al conocimiento, a la experiencia, al crecimiento.
Y no necesitas grandes recursos. Puedes aprender desde casa, con videos, libros, cursos en línea o incluso preguntándole a alguien cercano. Lo importante no es el cómo, sino el empezar. Con tiempo, con paciencia, con amor por ti.
También es bonito recordar que cuando aprendes algo nuevo, no solo lo haces por ti, sino también por quienes te rodean. Te conviertes en un ejemplo para tus hijos, tus nietos, tus amigos. Les demuestras que nunca es tarde para empezar, que siempre hay algo nuevo por descubrir. Y eso inspira.
Así que si últimamente sientes que tu vida necesita un aire distinto, una chispa nueva, pregúntate: ¿qué me gustaría aprender? No importa si parece algo pequeño o si crees que no tienes talento. Lo importante es que te emocione, que te saque una sonrisa, que despierte tu curiosidad.
Porque cuando decides aprender algo nuevo después de los 40, lo que estás diciendo es: “Todavía tengo sueños, todavía quiero crecer, todavía quiero vivir con ganas”. Y eso, más que una decisión, es una forma de celebrar la vida.
La autora es docente de primaria y escritora.