El fin del mundo es uno de los temas más frecuentes en películas de ciencia ficción. Y este fin puede llegar ya sea por un apocalipsis zombi, una invasión extraterrestre o el posible impacto de un meteorito como en la película Armagedón. Pero la verdad es que, de estas tres amenazas, la única que quita el sueño a los científicos es la del meteorito. En el sistema solar hay miles de rocas de distintos tamaños que pudieran bajo las condiciones adecuadas terminar en la superficie terrestre. Si no me creen pregúntenles a los dinosaurios. Y traigo esto a colación porque el 27 de diciembre de 2024, el Observatorio El Sauce, en Chile, informó del descubrimiento de un asteroide de entre 40 y 90 metros de diámetro, cuya trayectoria pudiera ubicarlo relativamente cerca de nuestro planeta para fines del año 2032. Al mismo se le ha dado, por ahora, el poco memorable nombre de 2024 YR4 y, de hecho, las predicciones más recientes le dan una probabilidad de 3.1% de caer sobre la Tierra. Esto es, 300 veces más probable que acertar cuatro números en la Lotería Nacional con un billete. Ese porcentaje es el más elevado que ha recibido uno de estos asteroides en la historia de este tipo de monitorización. Ahora, viendo las cosas desde un punto de vista más optimista, hay más de un 96% de probabilidad que 2024 YR4 pase sin siquiera rozarnos. Pero con toda certeza en los próximos meses se podrá calcular mucho más precisamente cuál será su trayectoria exacta y sabremos si aterriza o no por decirlo de algún modo.
Por el relativo pequeño tamaño de 2024 YR4, de impactar la Tierra, el daño producido no sería similar a lo que ocurrió hace 66 millones de años, cuando el meteorito de Chicxulub produjo un cataclismo que llevó a una extinción masiva de los dinosaurios y otras especies. Ese meteorito tenía un tamaño estimado de 10 kilómetros y su impacto produjo un efecto de extinción global, que paradójicamente creó las condiciones para, posteriormente, la proliferación y éxito de los mamíferos, incluyendo por supuesto a los primates. Como dice Serrat en una de sus canciones, “todo infortunio esconde alguna ventaja”. Pero volviendo al tema, en opinión de los expertos, un objeto de 90 metros de ancho, como 2024-YR4, pudiera, si cae en una región poblada, destruirla. Los daños se extenderían hasta una distancia de 50 kilómetros del sitio de impacto en todas direcciones. Y el daño se asocia más a su velocidad, 40,000 kilómetros por hora, que a su masa o dimensiones. De cualquier forma, un impacto de este tipo sería lo que llaman un evento city killer o asesino de ciudades. Muy malo si le toca a la ciudad donde uno vive.
Pero, curiosamente, en estos días hay otro asteroide que ha hecho noticia. Y no por ser potencialmente destructivo de la vida en la Tierra, sino todo lo contrario. Resulta que se han publicado los primeros análisis de unas muestras obtenidas del asteroide llamado “Bennu”. Éste es una roca de algo menos de 500 metros de diámetro que viaja por el sistema solar pasando relativamente cerca de la Tierra cada seis años. Se supone fue parte de un planeta de mayor tamaño, probablemente formado hace 4.6 mil-millones de años, y que se desintegró tras un impacto con otro cuerpo celeste. Los científicos de la NASA enviaron la nave OSIRIS-ReX a Bennu, e impactando la superficie de éste, recogieron muestras que fueron traídas de vuelta a la Tierra. Estas muestras llegaron en una especie caja herméticamente cerrada, que aterrizó en Utah, Estados Unidos, en septiembre de 2024. Los científicos han analizado cientos de fragmentos de meteoritos que han caído sobre la superficie terrestre anteriormente. Pero los meteoritos, lógicamente sufren cambios al entrar a la atmósfera y luego pueden “contaminarse” con las sustancias químicas de la superficie. Por lo tanto, tener muestras que no han estado en la Tierra, y que fueron analizadas cuidadosamente y con todos los adelantos de la química actual, es lo que hace tan especial esta misión de la NASA. Pero lo más sorprendente del análisis químico de los componentes del asteroide “Bennu” fue que detectaron 14 de los 20 aminoácidos con los que se forman las proteínas presentes en los todos seres vivos de la Tierra. Y como si fuera poco, encontraron los compuestos orgánicos claves del ADN y ARN, que como sabemos son las moléculas del código genético. ¿Pero qué significan realmente estos hallazgos? El encontrar estas moléculas orgánicas esenciales y relativamente complejas, apoya la teoría que, probablemente, los asteroides, cometas y otros objetos que cayeron sobre la tierra en sus inicios, no sólo trajeron el agua, sino los compuestos claves para la aparición de la vida en nuestro planeta, y muy probablemente en otros sistemas planetarios en el resto del universo. Una pieza muy importante en el rompecabezas sobre el origen de la vida.
Pudiera decirse que resulta paradójico y en cierto modo sorprendente, que estos asteroides, insignificantes pedazos de roca, puedan ser, al mismo tiempo, los causantes del exterminio de la vida en nuestro planeta y cómplices en el origen de la misma. Alfa y omega. Yo mientras tanto seguiré vigilando las noticias de 2024 YR4 y les aviso con tiempo, si es que nos ganamos esa lotería.
El autor es médico.

