Cuando escucho a gente comparar a Panamá con Estados Unidos, Francia o Dubái no sé si lamentarme o reírme... Panamá sigue, y seguirá estando muy dentro de la matriz del tercer mundo. Ahora bien, si queremos que eso cambie deberíamos aceptar que, al contrario de lo que parezca o digan, el tercer mundo no se lleva en la ropa, los malles o carreteras que construyamos, sino en la forma de actuar y pensar de las personas a nivel general.
La primera razón por la que estamos demasiado lejos de alcanzar el primer mundo, es la falta de proactividad. Nuestro país, lamentablemente, a nivel personal, social y más aún gubernamental, adolece de ello. En casi todos los entornos, las personas no se anticipan a los problemas. Simplemente esperan a que les lleguen, para entonces reaccionar tarde. Esto se ve con mucha claridad en las filas de los semáforos. La gente se duerme esperando a que la luz cambie a verde, para luego avanzar en rojo. Lo mismo ocurre cada vez que aprueban leyes nefastas y reaccionamos meses después violentamente. O cuando, tras haber formado una larga cola, llegamos donde la cajera a elegir los productos que queremos comprar, en lugar de pedir y pagar con prontitud.
Por otro lado, nuestras autoridades (a nivel social, privado o gubernamental) llamadas a solucionar, terminan empeorando cada problema. Aún conociendo la probabilidad de reincidencia, ni siquiera se preparan. O cuando lo hacen, terminan “poniendo a la cajera lenta en la caja rápida”. Es decir, improvisando pésimas soluciones. Por eso, usted siempre ve largas y pesadas filas en los súper y bancos los días de pago. Operativos fallidos tratando de paliar el éxodo en días feriados. Y cada cierto tiempo nos repiten la misma historia, las mismas noticias, las mismas quejas, y las mismas excusas (el sistema caído, muchos carros, pocas calles)
La falta de anticipación y proactividad es característico de personas, gobiernos y autoridades (públicas o privadas) con visión de luces cortas. Análisis superficiales, emocionalmente reactivos, que corren a tapar huecos más que a generar buenas soluciones. Afectados por “el qué dirán” de los otros, de los jefes, de los medios etc. Brindan parapetos, paliativos no globales, ni duraderos, ni escalables, que empeoran los problemas. Como los huecos en las calles, tapados con capas y capas de asfalto. Una solución que, en lugar de repararlos, aumenta su profundidad, peligrosidad y longevidad.
Curiosamente, sociedades así (que carecen de ingenio y proactividad) poseen muchos ciudadanos con agrio juicio, por lo demás cáustico, repleto de crítica destructiva para quien asuma la iniciativa en cualquier circunstancia. Personas que sufren de complejos severos y crónicos, poca autogestión y mucha dependencia. Ellos piensan que imitar es aprender, y al copiarse “son mejores”. Como el loro que repite palabras sin entender lo que dice. Imitan a otras culturas, traen modelos y soluciones de otros lugares sin tomarse la molestia de pensarlas y aclimatarse. Son los mismos que creen que Panamá se acerca al primer mundo con edificios más altos, “copypasteando el crecimiento”.
El tercer mundo suele estar repleto de personas con formas de pensar polarizadas; léase, más emotivas que racionales. Ciudadanos que brincan del triunfalismo al derrotismo indistintamente. Sin consistencia ni perseverancia en lo que hacen. Gente que demerita la importancia de valores cómo: Esfuerzo, orden, disciplina, educación, ingenio.
En el tercer mundo las reglas suelen ser más represivas y restrictivas que racionales y escalables. Por eso en Panamá todo se resuelve con amenazas, regaños, coacciones y miedo mal direccionado. Así pues, cuando aumenta la inseguridad por los maleantes, sale la policía a incordiar al ciudadano honesto con retenes y Pele Police. Los niños no estudian para aprender sino para evitar castigos. Bajo estos esquemas de crianza, el adulto común se adapta rápida y cómodamente a ser dirigido para no ser castigado. Es decir, un ciudadano que no exige más, tan sólo copia y obedece modelos de mando fuerte. Si no me cree, observe usted el perfil de los gobernantes elegidos “democráticamente” en Panamá. Todos envían un mensaje de carácter fuerte al pueblo. Porque, y con dolor lo digo, eso es lo que más le gusta a una sociedad pasiva del tipo “víctima”. Que la “sacrifiquen” de vez en cuando. Siempre que todo sea en nombre de un “progreso idealizado” que, para colmos, jamás le llega como es debido. Porque así se vive en la matriz del tercer mundo, confundiendo bienestar con comodidad, lujo con necesidad, crecimiento con desarrollo, y enseñar con castigar.
El autor es ingeniero en sistemas