Dorothea Orem, la famosa teórica enfermera que creó la teoría del déficit de autocuidado, define el autocuidado como un conjunto de acciones que una persona realiza para controlar factores internos o externos que pueden comprometer la vida y el desarrollo exterior. Por otro lado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que, para cumplir con un buen autocuidado, es necesario realizar actividad física, ir al médico, atender nuestra salud mental, dormir y comer sano. Pero, ¿qué pasa con las personas que no tienen el privilegio, tiempo, dinero, recursos ni energía para ir despacio en su día a día y, en consecuencia, no pueden priorizar su autocuidado?
Para discutir el autocuidado, es vital conocer qué aspectos lo conforman. Según el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), este se clasifica así:
Autocuidado físico: abarca las atenciones que se le dan al cuerpo, donde se dedican los esfuerzos necesarios por satisfacer las necesidades biológicas básicas y prevenir malestares.
Autocuidado emocional: incluye las actividades que ayudan a mejorar y mantener el bienestar emocional.
Autocuidado mental/cognitivo: comprende las actividades, acciones y decisiones voluntarias que ayudan a mejorar el bienestar de las funciones mentales y pensamientos.
Autocuidado social: consiste en el tiempo y las actividades que dedicamos junto a nuestros familiares, amigos, parejas y personas que nos rodean a lo largo de nuestra vida.
Autocuidado espiritual: se enfoca en conectar con nuestros valores y la búsqueda de conexión emocional, del propósito y sentido de nuestra vida.
¿Por qué vamos a un ritmo tan acelerado y qué efectos tiene en la población panameña?
A causa de la globalización y el desarrollo de la tecnología, ha surgido lo que el famoso sociólogo Hartmut Rosa (2013) define como el fenómeno de aceleración del ritmo social, que consiste en el aumento de la velocidad de actividades, la disminución de los tiempos de ocio y el reemplazo de actividades lentas por otras más rápidas. Esto lleva a los individuos a recurrir al “multitasking”, es decir, abarcar varias actividades al mismo tiempo, lo cual termina siendo contraproducente. Según las investigaciones de Edward Rogers (1990), Joshua Rubinstein (2001) y Pui-sze Yeung (2003), a las personas les cuesta alternar entre tareas complejas, lo que disminuye la efectividad en ambas.
Nuestro cerebro no está diseñado para trabajos sedentarios. En términos evolutivos, se desarrolló mientras caminábamos largas distancias para sobrevivir, no consumíamos alimentos procesados, respetábamos el ciclo circadiano y estábamos en contacto con la naturaleza y otras personas. Aunque hemos evolucionado, el cerebro conserva la necesidad de realizar actividades de autoconservación. Al restringirnos estas actividades y someternos a cargas de estrés no reguladas, nuestro cuerpo no se recupera, originando problemas de salud física y mental.
El Ministerio de Salud (2023) menciona que las enfermedades prevalentes incluyen cardiovasculares, cánceres, diabetes y enfermedades respiratorias. Además, la Caja de Seguro Social (2024) confirma que predominan la ansiedad, la depresión y los casos de suicidio en edades cada vez más tempranas.
Desafíos en el contexto nacional
En Panamá, existen factores específicos que obstaculizan el autocuidado, entre los cuales destacan:
Estrés crónico: Afecta la calidad del sueño, la capacidad de aprendizaje, la toma de decisiones y la salud física y mental.
Desigualdad de oportunidades: Aunque Panamá tiene altos ingresos en Centroamérica, no todos acceden a las mismas oportunidades, lo que genera mayor estrés en los trabajos y problemas sociales en comunidades marginadas.
Sistema de salud pública deficiente: Escasez de fondos, falta de medicamentos, sobrecarga de profesionales y tecnología atrasada.
Sistema de transporte público deficiente: La reducción de buses y el uso de transporte no regulado aumentan el tiempo de traslado y los riesgos.
Exceso de vehículos particulares: Congestionamientos y la inaccesibilidad de sistemas como Uber en horas pico complican la movilidad.
Limitación de acceso a alimentos sanos: El aumento del costo de la canasta básica ha llevado al consumo de alimentos procesados.
Uso excesivo de dispositivos electrónicos: La tecnología proporciona gratificación inmediata, reduciendo la motivación para realizar actividades de mayor beneficio a largo plazo.
Declive en la socialización: La inseguridad y las redes sociales afectan las interacciones reales, dejando en segundo plano actividades comunitarias y espontáneas.
A pesar de estos desafíos, el autocuidado no debe ser motivo de comparación, sino una adaptación consciente a nuestras capacidades, recursos y límites.
En la obra La Sociedad del Cansancio, del filósofo coreano Byung-Chul Han, se enfatiza cómo el exceso de positividad y la autoexplotación llevan al agotamiento. Ignorar las señales de cansancio del cuerpo por perseguir el éxito puede costarnos nuestra salud y bienestar. Por ello, es esencial equilibrar los momentos de tensión con los de descanso.
La autora es estudiante de psicología de la Usma.