Desde los inicios de la República, los próceres otorgaron becas para estudios, y muchos valiosos ciudadanos de nuestra historia republicana fueron producto de las mejores universidades del mundo, gracias a ellas.
A la vez, crearon el Instituto Nacional – una escuela pública de altísima calidad - y una universidad con profesores europeos y panameños de lujo. Dicho en otras palabras, las becas para estudios son una importantísima tradición en nuestra nación desde sus inicios, y merecen seguir siéndolo. Senacyt ha continuado la tradición con un programa de becas - muy serio y respetado- para maestrías y doctorados.
Sin embargo, a nivel de Gobierno Central el sistema de becas se ha ido deteriorando paulatinamente. Poco a poco se fue tornando negativo con favoritismos inaceptables (tanto políticos como para las élites económicas) en forma creciente y vergonzosa. Recuerdo un caso ejemplo: compartí un arduo exilio con personas de distintas profesiones y criterios. Una de ellas fue Boris Martínez, gestor del golpe de Estado militar panameño en 1968, exiliado por Torrijos (padre).
Boris, un hombre de un intelecto superior, me comentó un día que, con notas y calificaciones muy altas aspiraba a ser médico, y aplicó para una beca para estudiar medicina. Le pasaron por encima para dársela a un muchacho pudiente por recomendación política. Él, sin esperanza, preguntó “¿hay alguna otra beca”? a lo que le respondieron que había una para estudiar milicia. Desilusionado dijo: “démela, que algo es algo y peor es nada”. Este ejemplo vergonzoso se fue repitiendo con mayor intensidad y fue deteriorando el sistema de becas por mérito escolástico, la gran esperanza de movilidad social que crearon los próceres.
Este deterioro fue intensificándose hasta llegar a nuestra época en la que los políticos, ya no contentos con destruir el sistema de movilidad social más importante de la nación se fueron al extremo, y de las becas deterioradas adicionaron hacia lo que llamaron “auxilios económicos” que, en palabras simples llegó a ser una vulgar licencia para regalar el dinero público a sus familiares y amigos políticos, muchos de ellos con buen nivel económico o… dicho en palabras aún más claras…convirtieron el noble objetivo de becas en una licencia para robar y regalar los dineros del Estado (que somos todos).
Imagino que bajo este título habrá uno que otro caso serio. Incluso escuché a uno que dijo (y le creo) que fue al Ifarhu a pedir una beca presentando las más altas calificaciones, y el funcionario contestó “el presupuesto para becas se extinguió, pero hay presupuesto para auxilios económicos”… o sea…. ¡un regalo que no tiene repago alguno!
¿Cómo se resuelve esto?
Se elimina de tajo el “auxilio económico”. ¡Nadie tiene el derecho a regalar los fondos públicos a nadie... y punto!
Se re-examina y re-estructura el necesario Plan de Becas por mérito académico, solo para aquellos con necesidad social comprobada. Si para aprovechar la beca por mérito escolástico se hace necesario un complemento económico para completarla, se otorga, pero solo si la disciplina objeto para la beca es declarada de prioridad nacional en Resolución (válida por un año) emitida por el Consejo de Gabinete.
Debido a que ya existe una entidad estatal autónoma con experiencia comprobada en el otorgamiento de becas en forma seria y justa - la Senacyt- deberíamos pasar todo el programa de becas universitarias a esta institución.
Así, de un día para otro, volveríamos al sueño de los próceres de financiar (con becas universitarias serias) a todo estudiante panameño que presente los méritos escolares que la justifiquen.
La educación es el más importante factor de movilización social de nuestra nación. Démosle a todo joven panameño la real posibilidad de soñar….y de convertirse en profesional y ciudadano a tiempo completo de nuestro único y gran país.
El autor es fundador de La Prensa.