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CULTURA POLíTICA

El bicentenario que se aproxima

Sin pena ni gloria transcurrió el quinto centenario de la fundación de la capital. Lo más significativo que pudieron idear nuestros dirigentes para solemnizar la efeméride fue la acuñación de una moneda en honor del más malo, corrupto y sanguinario de los gobernantes del istmo y la entrega de las llaves de la ciudad a uno de los más cuestionados personajes de nuestra contemporaneidad.

La ocasión, evidentemente, requería una conmemoración mucho más relevante. Gracias al magnífico trabajo de Alfredo Castillero Calvo sabemos que la ciudad tuvo en sus orígenes una planificación y un urbanismo de los que carece en la actualidad, sumida como está en un caos de desorden, suciedad, indigencia, congestionamiento e inseguridad.

Gracias a los sesudos aportes de Omar Jaén Suárez y otros estudiosos, evidenciamos que el área metropolitana es una conurbación que se extiende más de 80 kilómetros a lo largo de su eje longitudinal. Sobre la margen oriental del canal, su eje norte-sur abarca el corredor transístmico casi en su totalidad, por lo que pronto será la única ciudad del mundo con litorales en dos océanos.

El quinto centenario hubiese podido ser fundamento para un gran proyecto urbanístico y ciudadano, que transformara una urbe caótica en un espacio coherente, organizado, estable, limpio y acogedor, en armonía con el ambiente natural. El proyecto pudo haberse vislumbrado a unos 20 años, a partir de 2009 y hasta 2029, lo que hubiese representado un lapso razonable para alcanzar logros importantes.

Sin embargo, el sector dirigente, mediocre y venal, es incapaz de vislumbrar algo semejante. Ni siquiera tuvo lucidez para adoptar la propuesta de sembrar 500 árboles Panamá, a fin de celebrar tan memorable circunstancia con una iniciativa ecológica.

El próximo acontecimiento importante que registra nuestro calendario cívico es el bicentenario de la independencia (1821-2021). Así como el quinto centenario de la fundación de la capital pudo ser el acicate para un gran programa de renovación urbana, el segundo centenario de nuestra emancipación de España podría ser el estímulo para un gran proyecto de recuperación republicana.

Los sucesos de noviembre de 1821 constituyen, en su conjunto, el principal evento de nuestra historia. En ese momento, los istmeños tomamos la decisión de descartar el despotismo—un régimen que mantenía en el vasallaje a quienes nacían y vivían en este suelo—reemplazándolo por el republicanismo, un sistema de personas libres, de ciudadanos sometidos a la ley e iguales ante ella.

Fue esta una verdadera transformación revolucionaria. Gracias a la independencia, los vasallos de un déspota inculto, cruel y altanero, continuamente atropellados por los españoles de la época—por ridículos que fuesen, como dice el acta del 10 de noviembre de 1821—se convirtieron en ciudadanos de un Estado republicano, con reconocimiento de sus inalienables derechos civiles y políticos, y con la posibilidad de participar en el gobierno de la comunidad.

Las dos centurias transcurridas desde entonces han visto adelantos y retrocesos en el afianzamiento del sistema republicano. En el siglo 19, Panamá enfrentó los abusos del gobierno de Bogotá, sobre todo en el período de la llamada “regeneración”, a partir de 1886.

Tras nuestra secesión de Colombia, experimentamos rupturas del orden republicano en 1941-1945 y 1968-1989, cuando el país estuvo gobernado por dictaduras, la primera de ellas (1941-1945), dirigida por un civil y la segunda (1968-1989), por militares. La dictadura castrense, que sojuzgó al pueblo istmeño durante 21 años, desbarató los cimientos republicanos del Estado panameño a través de sus sistemáticas violaciones a los derechos humanos, sus atracos al erario, su manipulación electoral que negó en todo momento la libre expresión de la voluntad popular y su renuencia a rendir cuentas a la ciudadanía.

El bicentenario que se aproxima nos da una oportunidad para impulsar los valores republicanos: derechos humanos para todas las personas, respeto a la ley, igualdad jurídica de los ciudadanos. Nos permite promover el fortalecimiento de las instituciones republicanas: separación de poderes, rendición de cuentas y un gobierno auténticamente representativo, escogido mediante elecciones libres, sin fraudes, clientelismo ni compra de votos.

Además, como el ímpetu independentista provino del Panamá profundo, el bicentenario provee un contexto idóneo para revitalizar nuestro interior, abandonado y despreciado por las políticas públicas de años recientes. Pongamos manos a la obra.

El autor es politólogo e historiador y dirige la Maestría en Relaciones Internacionales en Florida State University, Panamá. 


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