Brittmarie Janson Pérez



Dedico esta columna a Brittmarie Janson Pérez, panameña ejemplar, de quien tanto he aprendido. Nos conocimos cuando yo cursaba el doctorado en la Universidad de Notre Dame, una época de grandes descubrimientos e inquietudes intelectuales.

La doctora Janson ya era conocida por sus estudios sobre la dictadura militar. Su trabajo doctoral versó —como es conocido— sobre la protesta política bajo el régimen militar (1968-1989).

Con el título Panamá protesta: en nuestras propias voces, Editorial La Prensa lo publicó en 1993. Posteriormente, el Instituto de Estudios Políticos e Internacionales (IEPI) ha reimpreso esta valiosísima obra en varias ocasiones, contribuyendo así, de manera importante, al conocimiento y análisis de nuestra historia y cultura política.

La tesis principal de la doctora Janson es que la idiosincrasia panameña, aunada a factores exógenos como la dura represión de la dictadura castrense, configuró el tipo de protesta al que se abocó la población durante el período cubierto. Aunque hubo episodios de protesta violenta —brotes guerrilleros en la capital y guerrillas rurales en Chiriquí, Coclé y Cerro Azul— la protesta política fue mayoritariamente pacífica.

La doctora Janson la caracteriza, además como “estética” y “festiva”: a tono con una herencia cultural hedonista y transaccional, que tiende a evitar la confrontación directa, se inclina a la búsqueda de fórmulas de avenimiento y no desperdicia oportunidades para la diversión y el entretenimiento. Son estos algunos rasgos culturales cuya relevancia identifica la autora, desde su especialidad profesional, la antropología política, área en la cual realizó estudios en Florida State University (Panamá), la Universidad de Nuevo México y la Universidad de Texas en Austin, donde se doctoró.

Una de las secciones más reveladoras de Panamá protesta es la que trata sobre el periódico clandestino El Grito. Este medio informativo, que circuló secretamente durante el cuatrienio inicial de la dictadura (1968-1972) —el momento de mayor conculcación de derechos—, tenía como propósito informar a una población cercada por la propaganda oficialista, educar a la ciudadanía y censurar los excesos de los gobernantes. Los cumplió a cabalidad sin que la dictadura descubriera quiénes producían el periódico.

Aunque los organismos de represión lograron capturar a algunos distribuidores —quienes asumían grandes riesgos al circular El Grito— no fueron capaces de identificar a sus autoras. Todas eran mujeres, otra particularidad interesante, que contribuyó a confundir a la inteligencia del Estado, la cual nunca se imaginó que un grupo de señoras de clase media, dedicadas a faenas del hogar y actividades profesionales, se atreviesen a retar así a la dictadura.

Años después de la publicación de Panamá protesta, la doctora Janson me invitó a escribir conjuntamente una monografía sobre El Grito, en la cual profundizamos algunos de los aspectos tratados en su tesis doctoral (kellogg.nd.edu/documents/1689).

Aquel fue uno de los proyectos más interesantes y significativos en que he participado, por lo cual estoy agradecido a la doctora, como también lo estoy por su permanente acompañamiento a mis modestas actividades, que siempre ha acuerpado con entusiasmo y extraordinaria generosidad.

En los años 90, tenía yo una sencilla columna en Crítica, titulada Abracadabra, que salía tres veces por semana. La doctora Janson no solo me ayudaba a revisar los escritos antes de su publicación: además, me aportaba datos y temas interesantes y, una vez, cuando por razones personales tuve que ausentarme, me reemplazó directamente.

Todo ello al tiempo que ella misma colaboraba activamente con periódicos panameños, en particular, La Prensa y El Panamá América, mientras que acometía la publicación de su siguiente obra, Golpes y tratados: piezas para el rompecabezas de nuestra historia, publicado por IEPI en 1997 y reimpreso varias veces. Golpes y tratados es, sin duda, el mejor libro sobre la historia de las relaciones entre Panamá y Estados Unidos, un texto indispensable para dimensionar las consecuencias de esa relación y comprender a cabalidad su entorno más amplio y significativo.

A diferencia de otras publicaciones, no se limita a la transcripción de una cronología, lo que, en nuestro medio precario, plagado de charlatanes y seudo intelectuales, suele pasar por erudición. La doctora Janson contextualiza su tema de manera encomiable; explora las raíces de la relación —especialmente, aquellas que se encuentran en las profundidades de la política estadounidense, descubriendo al lector el trasfondo de los hechos de forma reveladora y cautivante.

La obra es fruto del acopio paciente y continuo de datos a lo largo de muchos años, analizados y empatados con gran cuidado, precisamente, como un rompecabezas. En el transcurso de nuestra amistad, la doctora Janson me ha permitido acceso a ese impresionante archivo de datos sobre historia panameña, parte importante del cual lo donó a la Colección Latinoamericana Netty Lee Benson de la Universidad de Texas.

Tras la publicación de Panamá protesta y Golpes y tratados, la doctora Janson se dedicó a la exploración de su historia familiar, en un meritorio afán por recuperarla y ponerla en valor para beneficio de sus lectores. The Monk’s Legacy: Discovering Ancestors in a Small Italian Town (2005) es la increíble y fascinante historia de su tatarabuelo por la rama materna, un monje capuchino que abandonó el monasterio en la primera mitad del siglo XIX.

El tatarabuelo era oriundo de Ceriana, hermosísima aldea en los Alpes ligures, sobre el mar Mediterráneo, adonde Brittie y Frank solían pasar los veranos. En 2007, pude visitar esa bella localidad gracias a la invitación de la doctora: una estadía inolvidable.

The Odyssey of a Calhoun Family: From Scotland to Panama (2021) tiene como personaje central a su abuelo, Crede Calhoun, funcionario de la Compañía del Canal y corresponsal del The New York Times en la Segunda Guerra Mundial. Es uno de los textos que usaremos en mi clase de historia este semestre, para familiarizarnos con la vida en Panamá en la década de 1940.

Durante varios lustros, mis interacciones con la doctora Janson han sido agradables y satisfactorias, fructíferas y provechosas. Pocas personas he conocido con su ingenio, desprendimiento, energía y creatividad.

Además de nuestra valiosa correspondencia, guardo el recuerdo de los encuentros en Hope Ranch, cerca de Austin, y Albuquerque, Nuevo México, donde residió con su esposo Frank Pérez, ya fallecido. Cuando venía a Panamá, nos encontrábamos en el Hato del Volcán, donde solía acompañar a su madre, la inolvidable Peggy Janson, o en la capital, en su residencia de El Carmen, donde compartíamos estimulantes conversaciones con tertulianos como Betty Brannan Jaén, Guillermo Sánchez Borbón, Richard Koster y Miguel Antonio Bernal.

Actualmente radicada en el extranjero, la doctora Janson Pérez enfrenta desafíos a su salud. Desde Panamá, donde la apreciamos profundamente, le hago llegar mis votos por su bienestar y mi profundo agradecimiento por su humanidad, su benevolencia y su dedicación intelectual.

El autor es politólogo e historiador; director de la maestría en Asuntos Internacionales en FSU, Panamá, y presidente de la Sociedad Bolivariana de Panamá


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