Por siglos, las personas se han preguntado qué vino primero: ¿el huevo o la gallina? ¿Y si hubiese que elegir entre el huevo y la fortuna? En ese caso, en Panamá, todos sabrían que primero vino el huevito...
Diputado, convicto, adicto, lavador (de automóviles...), asistente administrativo, limpiador de áreas verdes, vendedor de agua embotellada, ganadero, terrateniente, fanático de clubes colombianos de fútbol... En fin, todo indica que, en algún momento de su vida, Raúl Pineda ha estado haciendo algo de eso. ¿Habría que agregar otro rol a su hoja de vida? Parece que uno de los abogados de su hijo, Rico Pineda —detenido como parte de la operación antidrogas Jericó—, piensa que es “víctima del odio político”. Señalamientos semejantes son irónicamente esgrimidos por personas que no son investigadas por cualquier fiscal ni juzgadas por cualquier tribunal, como el resto de los mortales, sino solo (si acaso...) por la Corte Suprema, como parte de un procedimiento también privilegiado y con base en pruebas especialísimas, cuya obtención, de paso, escapa del campo de lo razonable. Nada de eso corresponde al rol de una víctima; tampoco la suerte que ha tenido el patriarca en las últimas dos décadas. De hecho, su evolución contrasta con la de la mayoría de los electores de su circuito o de las áreas más marginales de San Miguelito. Veamos.
Raúl Pineda, según él mismo ha contado, era un “orate”, un “piedrero” que había estado preso dos años debido a una condena por lesiones personales; no se había graduado de la escuela ni sabía siquiera prender una computadora. Entonces, hace 24 años —cuando tenía 29 años de edad— conoció a Arturo Melo, a quien él define como “el empleador más grande de Panamá después del Canal” (curiosamente, desde su hamaca, ese título también lo reclama el nini de la embajada nicaragüense). Melo lo contrató en 1996 como su asistente y su vida cambió. Supuestamente se rehabilitó, estudió (dice que ahora tiene siete títulos universitarios) y hasta adquirió su primera vivienda en San Miguelito, para lo cual pidió un préstamo de $40,000 a la Caja de Ahorros en 2005. Sin embargo, hay algunas líneas borrosas en su historia. Aunque, de acuerdo con su hoja de vida, Pineda trabajó en Empresas Melo hasta el año 2009, en el período 2004-2009 ya devengaba un salario mensual de $1,500 en la Asamblea Nacional, como asistente administrativo en el despacho del entonces diputado Milciades Concepción. Además de tener esos dos trabajos, que difícilmente habría podido cumplir simultáneamente, el naciente hombre orquesta también fue candidato a diputado por el PRD. De hecho, fue denunciado por supuestamente utilizar recursos del Estado en actividades proselitistas. Según la denuncia, no marcaba tarjeta ni asistía a laborar a la Asamblea por estar haciendo campaña. De la denuncia se salvó porque la Asamblea envió una nota certificando que Pineda estaba exento de registrar su asistencia en el sistema electrónico del Legislativo. Y así prácticamente le allanaron el camino hasta la curul. Su primer período como diputado coincidió con el gobierno de Ricardo Martinelli (2009-2014), con quien tuvo una relación de altas y bajas. Por un lado, en 2012, cuando a su hermana la balearon en el pecho, el entonces presidente de la República se presentó en el hospital y puso su tarjeta de crédito personal para que le brindaran todas las atenciones necesarias. Luego, pagó parte de la cuenta con la partida discrecional de la Presidencia, según contó el propio Pineda. Pero al año siguiente, esa armonía supuestamente se desafinó: circuló el audio de una grabación que se le atribuyó a Pineda, sobre el negociado de votos en las elecciones primarias que entonces llevaba a cabo el PRD. A Pineda casi le cuesta la expulsión del partido; él siempre responsabilizó de eso a Martinelli. Lo cierto es que no parece haber sido revelado hasta ahora cuál es el verdadero cordón umbilical que une a estos dos personajes.
Pineda es hoy un personaje que se jacta de no haber sido nombrado —todavía— en una investigación por tráfico de drogas, pero anda con “escoltas” de la Policía Nacional y tiene una pistola Glock que, según él, nunca usa. Dice que Benicio Robinson es su “papá” y que debía estar presidiendo la Asamblea. Su paradero actual se desconoce y ojalá no esté ejerciendo su pasatiempo favorito: viajar a Medellín, donde tiene muchos “amigos”. “Es mi Disney World”. Incluso hay fotos de él viajando con su familia (Rico incluido), en vuelo comercial o en avión privado. Habrá que ver si ahora en la Corte —que hasta hace poco no vio nada en las actuaciones de Pineda— habrá subido la temperatura tanto como para freír un huevo.