¿Cómo podría hacer el Tribunal Electoral para decir que actúa en forma sospechosa, sin tener que decirlo? Sencillo: basta con que el zigzag de sus decisiones se parezca más a la temible trayectoria de un conductor intoxicado que a la certeza que debe inspirar el custodio de nuestra democracia electoral. ¿Es esto lo que nos merecemos en la antesala de los primeros comicios de nuestra historia en los que se empeña en participar un lavador de dinero, que también es imputado en la trama local del peor escándalo de coimas del continente y que es asistido por una dictadura extranjera para escapar de la justicia? Era más que previsible que el Tribunal Electoral llegaría a tener que adoptar una decisión respecto a esa candidatura en medio de circunstancias como las presentes. Entonces, ¿por qué estos magistrados actúan como si jamás nadie hubiera imaginado que este momento llegaría? ¿Cómo sabemos que este errático nivel de incompetencia no fue alcanzado en forma intencional? Indistintamente de las respuestas a estas preguntas, ese hecho está siendo muy bien aprovechado por quien ahora debería estar pagando por lo que hizo.
¿Son los magistrados del TE los culpables de que la sentencia del caso New Business no esté todavía ejecutoriada? No. No obstante, sí son responsables de promover un peligroso grado de incertidumbre con su proceder, cuando faltan 70 días para que el electorado acuda a las urnas. Panamá nunca antes había tenido un candidato a la presidencia de la República que estuviera condenado a 128 meses de prisión. ¿Acaso el Tribunal Electoral planea permitir deliberadamente que una candidatura inconstitucional sea ofrecida como una opción en la papeleta presidencial del 5 de mayo? Si una tienda ofrece un producto valiéndose de publicidad engañosa, podría ser sancionada por la Acodeco. ¿Por qué entonces al TE no parece importarle un eventual engaño a los electores? ¿Será que las elecciones generales son menos importantes que un baratillo? Este escenario ha resultado tan cómodo para Martinelli, que hasta se movió sin problemas por tres semanas por todo el país, escoltado por agentes del SPI, burlando la medida cautelar personal que pesa sobre él en dos causas judiciales. Incluso, el mismo día que le correspondía acudir a notificarse de esta medida, andaba en un yate por Taboga y luego abordó un avión para acudir a un funeral en Colón. Ahora hay que armarse de paciencia y esperar hasta el viernes para que desfijen el edicto que debe ponerle punto final a este capítulo de la interminable miniserie de coimas, blanqueos e intrigas electorales en que nos ha sumido un experto manipulador de la política y la economía nacional.
Por cierto, el doctor Kravcio debería anotar en su lista de remedios que las estadías en la embajada de Nicaragua son saludables para su paciente estrella, porque desde que está ahí, no parece dolerle nada. Se le han curado todos los achaques (excepto el de la designación de corrupto, por supuesto). Si partimos del hecho de que un Estado no invita a nadie a que se asile, Martinelli bien podría ser en este momento el precarista más acaudalado del mundo. Sí, del mundo al revés. ¿Alguien recuerda si, cuando estaba detenido en El Renacer, también llevó un colchón, una máquina caminadora y su propio retrete? Qué tendría de malo el de la embajada, para no querer usarlo...
Por su parte, la juez Baloisa Marquínez se fue de vacaciones, con la satisfacción del deber (casi) cumplido, no sin antes haber firmado el auto que modificó la medida cautelar personal y, en su lugar, ordenó la detención del inquilino de Daniel Ortega. Por tanto, ella ni siquiera estaba cuando llegó la comitiva del TE al juzgado, el pasado viernes. Así que ahora, ambos están gozando del descanso. Con la diferencia de que la juez lo hace con la frente en alto, sin huir de nadie.