La Candelaria es un pueblito de la provincia de Los Santos, en la costa del Pacífico de la península de Azuero, mirando hacia el este, en el Golfo de Panamá. Es famoso porque es el lugar de origen de Victorio Vergara Batista, mejor conocido como “El Tigre de La Candelaria”, fallecido músico típico. Asumo que no muchos panameños conocen el lugar .
Más difícil todavía será entonces que sepan que para la Segunda Guerra Mundial, en La Candelaria tenía la Fuerza Aérea de Estados Unidos una pista aérea donde estacionaba aviones cazas, ubicada paralela a la playa, a una distancia no muy lejana, tierra adentro.
En conjunto con Río Hato y quizás con otras instalaciones más, por ejemplo en las islas de Las Perlas, la pista de La Candelaria formaba parte de un sistema de control y patrullaje del Golfo de Panamá, entendiendo que toda esa gran entrada de mar que engloba las costas de Darién, Panamá, Panamá Oeste, Coclé, Herrera y Los Santos, contiene las rutas marítimas de acceso y salida de la entrada del Canal de Panamá, por el océano Pacífico.
Había un total control militar de Estados Unidos del territorio. Practicaban tiro al blanco en Isla Iguana, a la cual se llega hoy en día desde la playa El Arenal en Pedasí o desde la playa La Yeguada en Pocrí de Los Santos.
Se cuenta que los gringos decían que la isla tenía forma de portaviones desde el aire, así que era ideal para el entrenamiento. Por eso, si se mira desde el aire y pese a los cambios naturales por el transcurso del tiempo, hay secciones de la isla que parecen queso gruyere. También quedaron enormes bombas sin explotar, varias de las cuales se han ido eliminando de forma controlada.
Con esa misma capacidad de fuego, el ejército de Estados Unidos tenía el poder militar, en tiempo de guerra, de hundir o disuadir a cualquier nave enemiga que osara siquiera acercarse por el Pacífico al Canal de Panamá. Asumo que en el Caribe también sería así.
¿Cuál era el estatus jurídico que amparaba este actuar? El Tratado Hay-Buneau Varilla le daba la potestad a Estados Unidos de garantizar la independencia de la República de Panamá (Art. 1). En consecuencia, Estados Unidos hacían lo que querían amparados en esa labor de defensa que ellos definían a su antojo.
En función de ello, dicho país se reservaba el “derecho de admisión” al Canal de Panamá y, lógicamente, en tiempo de guerra, ningún enemigo suyo pasaba por allí. Por lo tanto, las naves japonesas y alemanas no podían cruzar en la Segunda Guerra Mundial.
Hoy ese esquema no existe. De acuerdo al Tratado de Neutralidad, si bien las naves de guerra y del gobierno de Estados Unidos pasan gratis y tienen paso expedito, al igual que las de Colombia y Costa Rica; si bien Estados Unidos tiene un status un tanto privilegiado porque, en conjunto con Panamá, debe “garantizar” la neutralidad del Canal, pese a todo eso, ya Estados Unidos no decide de forma absoluta quién puede pasar.
Incluso, en tiempo de guerra, los enemigos de Estados Unidos pueden cruzar el Canal de Panamá. Es cierto que ellos sí tienen que pagar y que no tienen paso expedito, pero lo importante es que sus naves de guerra pueden pasar, siempre y cuando no realicen actos de guerra dentro del territorio panameño, incluyendo el Canal de Panamá.
El régimen de neutralidad que existe hoy es producto de los Tratados Torrijos-Carter. Tengo la impresión de que a Trump y a los radicales que lo rodean no les gusta eso. Estamos en un mundo donde están reviviendo, las actitudes y hechos imperialistas, al estilo de finales del Siglo XIX. Empezando que hay al menos tres emperadores reinando en tres grandes potencias: Putin, Xi y Trump.
Los canales y cruces marítimos retoman hoy su importancia militar, además de la mercantil, ante los grandes conflictos bélicos que existen y se vaticina que pueden venir. Suez, Kiel, Gibraltar, el acceso al Mar Rojo por Yemen, el estrecho de Ormuz, el Bósforo, Magallanes, el acceso al Báltico para Rusia, los Dardanelos, el estrecho de Bering y el Canal de Panamá se miran con mayor énfasis bélico.
He escuchado muchas posibles explicaciones al origen profundo del ataque verbal de Trump contra la soberanía de Panamá. Probablemente todas las ideas aportadas tengan una porción de verdad. A lo mejor se trata de una combinación de todo. Sin embargo, yo propongo el siguiente ejercicio hipotético:
Si por arte de magia, en cuestión de un mes, Panamá elimina cualquier contacto con la República Popular China, rompe relaciones diplomáticas, le quita a las empresas chinas cualquier contrato de infraestructura, minero o de cualquier índole. Si, además, en el mismo tiempo, Panamá dócilmente ajusta los peajes comerciales exactamente al nivel que pide Trump. Si todo eso ocurriere, ¿podrá, por ello, Estados Unidos decidir, en tiempo de guerra, quién pasa o no pasa por el Canal de Panamá?
La respuesta es no.
Pese a todas las concesiones hipotéticas anteriores, muy probablemente Trump y su círculo nacionalista e imperialista todavía no estarían satisfechos. No digo que esos resultados les serían indiferentes. Pienso que quizás no serían suficientes, porque en estos tiempos de retorno a la Doctrina Monroe, versión 2.0, lo que Estados Unidos quiere finalmente es tener un control militar absoluto sobre el Canal de Panamá, decidir si China puede pasar o no sus barcos de guerra. Hoy eso no lo tiene. Con todas las concesiones hipotéticas arriba citadas, tampoco lo tendría.
Con los avances tecnológicos de hoy y por temas presupuestarios, quizás Estados Unidos no considere necesario llenar a todo Panamá de pistas aéreas y bases militares. Pero mi lectura es que Trump y sus halcones quieren acabar con la simple posibilidad de que China, en tiempo de guerra, pueda cruzar naves de guerra por el Canal de Panamá.
Quieren acabar con el status jurídico de neutralidad del Canal. Aspiran a retomar el control sobre el “derecho de admisión” al Canal de Panamá, de la forma que lo disfrutaron durante la Segunda Guerra Mundial.
Muchos ciudadanos nacionalistas cuestionaron los Tratados del Canal, porque no nos otorgaba el 100% de la soberanía. Se argumentaba que si Estados Unidos, gracias a los tratados, tiene, en conjunto con Panamá, el derecho de garantizar el funcionamiento continuo y la neutralidad permanente del Canal de Panamá, ello significaba que nuestra soberanía seguía mediatizada, porque los acuerdos todavía permitían algún nivel de intervención de Estados Unidos en Panamá, incluso militarmente. Ese razonamiento es correcto.
Sin embargo, lo que estamos enfrentando hoy con el ataque verbal de Trump contra Panamá es peor. Porque ese status que los nacionalistas panameños que cuestionaron el Tratado, consideraron una concesión excesiva, para Trump y su círculo imperialista es demasiado poco.
Además, nuestra posición diplomática desde los tratados ha sido la defensa como un valor positivo, del status de neutralidad del Canal. Pero para Trump y sus secuaces, la neutralidad no es un valor positivo. Pareciera ser que ellos no quieren un Canal que todos tengan el derecho a usar en tiempo de guerra. No. Para ellos esto es negativo. A lo que aspiran es que, en tiempo de guerra, solamente Estados Unidos y sus aliados puedan usar el Canal para destino militar.
El autor es abogado.