Los resultados de las elecciones de medio mandato realizadas el pasado martes cambiarán la cara del Congreso de Estados Unidos. No solo porque el Partido Demócrata logró arrebatarle el control de la Cámara baja a los republicanos, sino por la increíble diversidad que representa esta nueva mayoría que, con seguridad, combatirá con garras las políticas ultraconservadoras del presidente Donald Trump.
Más de 100 mujeres llegarán al Congreso, representando por primera vez a diversos sectores, etnias y creencias. Entre las nuevas congresistas hay nativas americanas, musulmanas, latinas, inmigrantes, mileniales y LGBT. Hicieron historia durante la campaña, ganaron y seguramente harán historia en el Congreso.
Entre las notables triunfadoras que han roto barreras destaca Alexandria Ocasio-Cortez, demócrata socialista y con una agenda marcadamente progresista. Ella y Abby Finkenauer, la demócrata que le ganó a un contrincante hombre y republicano en Iowa, llegan al Congreso con solo 29 años.
Otras latinas que rompieron la barrera de lo nunca antes visto fueron Verónica Escobar y Sylvia García, que representarán en el Congreso a Texas; así como Debbie Mucarsel-Powell, una inmigrante ecuatoriana que sorprendió al ganarle al candidato republicano en el distrito 26 de Florida.
Dos candidatas demócratas lograron también acabar con el control republicano en dos importantes áreas. La descendiente de migrantes libaneses Donna Shalala, en el distrito 27 de Florida, y Lizzie Fletcher, en el distrito 7 de Texas.
Por su parte Ayanna Pressley y Jahana Hayes se convirtieron en las dos primeras mujeres negras en llegar a la Cámara en representación de Massachusetts y Connecticut, respectivamente. Con ellas llega también la enfermera negra Lauren Underwood, quien hizo de la defensa del programa de salud creado por Barack Obama el centro de su campaña.
Igualmente novedoso es el triunfo de dos mujeres musulmanas: Rashida Tlaib, la primera congresista palestino- americana, elegida por el distrito 17 de Michigan, así como Ilhan Omar, quien fuera una refugiada somalí. Ellas, así como la iraní-americana Anna Eskamani, quien triunfó en el distrito 47 de Florida, representan los grupos más progresistas de la sociedad americana.
Otras dos mujeres que hicieron historia el pasado martes son Debra Haaland y Sharice Davids, primeras nativas americanas en llegar al Congreso. Davis, además, representa a la comunidad lgbtq.
Y en Guam, la isla del Pacífico que es territorio estadounidense, ganó por primera vez una mujer, la demócrata Lou León Guerrero.
Hay muchas otras notables novedades, como el triunfo del demócrata y activista de derechos humanos Tom Malinowski, en el distrito 7 de New Jersey, controlado por 37 años por los republicanos; o el de Jared Polis, como gobernador de Colorado siendo abiertamente homosexual, o el de la demócrata Laura Kelly como gobernadora de Kansas, derrotando a Kris W. Kobach, un furibundo conservador cercano al presidente Donald Trump.
Pero muy probablemente, uno de los resultados más importantes de la contienda del martes es la decisión de los electores de Florida de devolverles el derecho al voto a 1.4 millones de personas que cometieron algún delito en el pasado. Al tratarse de población mayoritariamente negra, la decisión se traduce en el mayor aumento del derecho al voto desde que se eliminaron las leyes que lo limitaban por motivo de raza.
La democracia tiene estos días muchos enemigos y grandes retos en todos lados, pero el resultado de las elecciones del pasado martes en Estados Unidos evidencia que solo se defiende la democracia con más democracia, con activismo real en las comunidades, con participación ciudadana, escuchando y respetando la diversidad, peleando por políticas públicas que produzcan cambios sostenibles.
Por estos lares, no hay duda de que tenemos una Asamblea diversa. La forman panameños y panameñas de todos los colores, de todas las regiones, de todos los estratos sociales, de todas las profesiones y oficios. Sin embargo, en realidad no hay diversidad en su actuar. Por ejemplo, no hay un solo diputado o diputada capaz de enfrentar la presión de los grupos religiosos para defender el derecho de nuestros chicos a tener herramientas que los protejan de los depredadores sexuales. No hay quien se atreva a defender el derecho a la diferencia. Son un bloque unido, compacto, salvo muy pocas excepciones. Los une su visión de la política como una transacción y solo saben vincularse con sus electores mediante el clientelismo alimentado con recursos estatales. No, la Asamblea Nacional no es diversa. Pero eso puede cambiar. Sucedió el martes en Estados Unidos.
La autora es periodista, abogada y presidenta de la Fundación Libertad Ciudadana.