Recientemente en mi auto hice un viaje a la capital y puede disfrutar de la maravillosa diversidad de carretera que tenemos en nuestro país. Las hay de todo tipo: desde las que te hacen sentir un que están en un país en desarrollo y las que te hacen llorar porque como ciudadano no sabes a dónde van a parar tus impuestos. Tristemente, estas últimas son la mayoría a lo largo y ancho de la carretera Interamericana. Al conducir por esta vía internacional se da un cúmulo de sensaciones, pues siempre saca una palabra de fe o una grosería por todo lo que se tiene que sufrir.
Lo que debería ser un viaje tranquilo al rato se convierte en una verdadera tortura; en un completo ruego porque las llantas, los rines y la mecánica del carro no fallen producto de los desniveles, huecos, parches que aparecen de la nada porque están en todos.
Algunos funcionarios argumentan que tenemos carreteras de primera, lo cual es cierto porque en algunos tramos no es prudente meter los cambios de segunda o tercera.
Según estudio de rutas que elabora el Foro Económico Mundial de 2020, nuestro país ocupa la posición número 50 en el mundo y 5 a nivel de Latinoamérica entre los países con las mejores carreteras. Este estudio pone de manifiesto que si bien Panamá es uno de los líderes regionales, también se puede apreciar con una breve investigación que a lo largo de la última década ha descendido de puesto, ya que, según este informe, Panamá ocupaba el tercer lugar a nivel de toda región.
Y aunque las comparaciones son tediosas, estos datos muestran mucho de lo que somos capaces de tener en comparación con otros países; no obstante, también este tipo de comparaciones conllevan reflexionar en aquel dicho popular: “Mal de muchos consuelo de tontos”; y es que seamos sinceros, podríamos tener excelentes carreteras, lo cual no sería un antojo para la comodidad de los viajeros, sino una necesidad para los comerciantes, los productores y los turistas.
La red de nuestro país no debe ser tomada como un tema al antojo de quienes pueden tener un provecho particular, sino como un plan estratégico para el desarrollo económico y social del país, el cual debe ser bien pensado analizado y estratégicamente estudiado, de modo tal que todos los sectores productivos del país puedan tener la oportunidad de tener un progreso constante y sostenido.
Lo anterior debe ir acompañado de una importante reflexión: la seguridad que conlleva una carretera bien estructurada, bien señalizada y bien ordenada, sin dejar de lado, por supuesto, una necesaria cultura vial en la que conductores y peatones colaboren armónicamente para que todo trayecto, por mínimo que sea, pueda ser satisfactorio.
Los panameños solo pedimos una sola cosa: deseamos que nuestros viajes, de distancias cortas o largas, sean seguros y confiables.
El autor es docente y estudiante universitario.

