Recientemente, el tema de un plan turístico para el cerro Ancón ha sido objeto del interés de las instituciones oficiales y de una oenegé. Tanto el Municipio de Panamá como el Ministerio de Ambiente, la Unidad Administrativa de Bienes Revertidos del Ministerio de Economía y Finanzas, la Autoridad de Turismo y la Presidencia misma, se han enterado de que el lugar es uno de los sitios de más alta visitación en el distrito capital.
La Asociación Nacional para la Conservación de la Naturaleza también se suma al proyecto, que según el alcalde le “dará sostenibilidad ambiental” a la iniciativa. No termino de entender esta participación, pues esa organización no mantiene en el cerro ningún programa de educación y conservación que se conozca en los últimos 15 años. Me gustaría que el alcalde explicara ese interés.
Las comunidades que han surgido y crecido en sus faldas, desde hace muchas décadas reconocen que es un sitio especial, lleno de historia y de valores naturales extraordinarios. Los residentes hemos promovido que sea visitado e integrado al imaginario de los panameños. ¡El cerro Ancón es de todos!
La cima ofrece una panorámica de 360 grados y –no solo uno obtuso– que permite visualizar más de 180 grados. Desde allí es posible observar los puertos, las esclusas de Cocolí y Miraflores, más allá la de Pedro Miguel, al igual que el puente de Las Américas y el puente Centenario.
Con una buena condición física se logra subir los casi 2 kilómetros hasta la cima y ver el asta de la bandera, observar la bahía de Panamá, la cinta costera, el Casco Antiguo. Al norte, la entrada del Canal y más allá, con buen tiempo, se divisa la isla de Taboga. Realmente, ofrece la panorámica más completa de la ciudad y todos tenemos derecho a disfrutarla.
Del otro lado del cerro, hacia la avenida de los Mártires, se encuentra Mi Pueblito, el sitio construido durante la administración de Mayín Correa en las faldas del cerro, a principios de la década de 1990.
Ha sido lo única inversión municipal, con visión, realizada hace más de 15 años. Posteriormente, el Municipio, mediante acto del Consejo Municipal, declara al cerro Ancón como área protegida y reserva natural (Acuerdo Municipal No. 157 del 31 de julio de 2001).
En febrero de este año, se emitió el Decreto Ejecutivo, No. 6 del 13 de febrero de 2017) que reconoce el cerro Ancón como sitio de interés turístico. El acto administrativo integra a las instituciones rectoras en el tema para la realización de una propuesta de desarrollo turístico.
Tanto los residentes del lugar, como los habitantes de la urbe, consideran este punto de la ciudad como propio. Por esto, defendemos y reconocemos que no solo se requiere la inversión para construir una instalación mecánica para subir a la cima, pues también es necesario habilitar un mirador. La alcaldía quiere que la construcción esté lista para honrar a Panamá, como Ciudad Iberoamericana de la Cultura, y para la Jornada Mundial de la Juventud 2019, pues el cerro será un atractivo con servicios para los visitantes. Será un honor que el papa Francisco pise ese lugar, el mismo al que Amelia Denis de Icaza le cantó una vez sus versos.
El cerro Ancón no requiere de gran inversión para un plan de turismo, porque ya es un sitio turístico. Solo requiere que se le cuente su historia a locales y a visitantes. Necesita señalización, mantenimiento e información sobre la historia de recuperación de la Zona del Canal y de los vivaces inquilinos que habitan en sus árboles y bosques. Demanda un plan para la gestión de los desechos, el mantenimiento de árboles y un programa de protección y vigilancia de la fauna que allí habita.
Sí, el cerro Ancón se merece atención e inversión, pero esta debe hacerse cuidando y preservando el carácter de reserva natural y sitio de conservación. Es patrimonio natural y cultural que merece ser conservado, para el pleno disfrute de todos los panameños. No necesita demagogia, tampoco ser transformado en reducto de negociados privados.
Ante la crisis de valores y la corrupción que aqueja a las instituciones políticas y administrativas de nuestra sociedad, suena la voz de alarma para el cerro Ancón. La tarea en la discusión para su desarrollo y la asignación de recursos debe estar revestida de la más absoluta transparencia, y contar con una amplia participación de todos los ciudadanos. El cerro Ancón amerita ser valorado, conservado y alejado de los oscuros deseos de desarrollistas inescrupulosos y organizaciones privadas.