Hoy Panamá está sumergido en una vorágine diplomática generada por las ya conocidas proclamas electorales y ahora como amenazas del presidente Donald Trump. Los señalamientos de Trump, fundados en distorsiones subjetivas de la realidad y manipulando argumentos falsos (el típico sofisma que Trump domina y enseña en su obra The Art of the Deal), ciernen sobre Panamá la sombra de posibles sanciones y la amenaza de intervención militar de hecho en el Canal de Panamá bajo la tesis del expresidente sobre supuestas violaciones del Tratado de Neutralidad y Administración del Canal de Panamá.
¿Qué impide que, de hecho y por la fuerza, Estados Unidos intervenga militarmente en Panamá? Nada. El país militarmente más poderoso del mundo puede invadir Panamá y nada podría impedirlo como un acto de fuerza. Panamá, país con una población que puede ser la mitad de varias ciudades de Estados Unidos, sin ejército ni fuerzas armadas y con una economía de servicios muy dependiente del sistema bancario estadounidense, no sería un obstáculo para evitar o impedir una invasión de hecho o ser sujeto a sanciones económicas, aunque tales excesos no tendrían justificación ni proporcionalidad alguna.
Esta situación ha generado que gran parte de los panameños se hayan enterado de la existencia de este tratado de neutralidad y administración que está vigente de manera perpetua entre Panamá y Estados Unidos, y que es la cuerda con la cual Trump pretende crear un nudo corredizo y estrangular a un micropaís que siempre, tanto en malas como en buenas circunstancias, ha sido amigo de Estados Unidos.
¿Cuál es la principal razón que esgrime Trump para apretar este nudo sobre Panamá? El presunto “control efectivo y creciente del Partido Comunista Chino sobre el Canal de Panamá”. Este argumento falaz no puede nacer de ignorancia, pues resulta iluso pensar que la primera potencia del mundo tenga una inteligencia que le proporcione al presidente de Estados Unidos información falsa, ¿o sí? Como pasó en Irak con el cuento de las armas de destrucción masiva que nunca se encontraron, pero derrumbaron al régimen de Sadam por error.
No voy a comentar sobre el tratado de neutralidad en sí y por qué razón Estados Unidos no tiene argumento valedero para denunciar incumplimiento por parte de Panamá. Para tal fin, recomiendo el artículo del colega Julio Linares Franco en la sección de opinión de La Prensa del 6 de febrero, donde sesudamente explica lo referente a este tratado.
A la fecha, la República Popular China, segundo usuario del Canal y con intereses en los principales puertos en la desembocadura del Canal (y allí hay un ápice de sana preocupación estratégica de parte de Estados Unidos), no ha firmado el tratado de neutralidad. Sin embargo, en este torbellino de tensiones, este tema, para mí importante, no se ha mencionado con la relevancia que debiese tener. ¿Por qué? La excusa de la RPC es que Taiwán es signatario de dicho tratado, por lo que adherirse a este significaría un reconocimiento indirecto de la soberanía de Taiwán, algo que China no va a admitir en ninguna circunstancia.
Para especialistas en el tema, este argumento no tiene solidez jurídica ni, de hecho, impide que China pueda adherirse al tratado de neutralidad sin que tal adhesión afecte su posición como país independiente ni vulnere sus derechos internacionales. Existe otra explicación para esta situación: si China se adhiere al tratado de neutralidad, asumiría la responsabilidad de respetar dicha neutralidad; en consecuencia, el Canal no podría ser objeto de ataques militares ni de invasión, ni por parte de China ni de cualquier otro país firmante, incluidos Estados Unidos.
A Estados Unidos le conviene estratégicamente que China no lo firme, ya que, si en alguna forma militarmente o por otra causa impidiera el funcionamiento del Canal, China, como adherente y perjudicado por tal interrupción o intervención militar, podría invocar el derecho internacional para “defender” la neutralidad y, en consecuencia, plantearse la posibilidad de un enfrentamiento entre las dos potencias, algo que por ahora quieren evitar.
Sin la firma del tratado por China, este país es libre de atacar el Canal como objetivo militar. Si lo firmase, no debería hacerlo. Sin la firma, esta situación le conviene a Estados Unidos, pues bajo la sombra del tratado de neutralidad y con la ventaja de interpretar las potenciales causas de protección o intervención, ninguno de los 40 países adherentes al tratado tendría la capacidad o el interés de exigirle respetar la neutralidad. En otras palabras, sin la firma del tratado por parte de China, Estados Unidos puede crear a su antojo causales para intervenir y violar la neutralidad del Canal sin consecuencias. Si China lo firma, entonces aparecería la posibilidad de que reclame la neutralidad, lo que tendría dos consecuencias: el abandono de la intervención o el enfrentamiento material.
El autor es abogado, exprofesor de Ciencia Política y Teoría del Estado, miembro de la Asociación Panameña de Derecho Constitucional.