Gustavo Petro ganó la Presidencia de Colombia. El sistema democrático funcionó a la perfección; en pocas horas se supo el resultado. El opositor de inmediato aceptó su derrota y ofreció al nuevo presidente su colaboración para cumplir el cambio, sobre todo respecto al problema de la corrupción . El presidente Iván Duque llamó al nuevo presidente electo para felicitarlo y programar reuniones para una transición ordenada y transparente.
Los colombianos deben sentir orgullo por el funcionamiento de su democracia.
Incluso, el que Petro sea “de izquierda” (el primero en la historia de Colombia) podría ser muy positivo en un país con gran cantidad de sus ciudadanos en situación social vulnerable. Siempre he sentido que en nuestros países es imprescindible que los presidentes tengan vocación “de izquierda”, porque la función primaria del Estado es la atención a sus ciudadanos en situación vulnerable.
El problema no es que los presidentes sean de derecha, de centro o de izquierda, sino que respeten las leyes fundamentales de la democracia: la justicia para todos sus ciudadanos, la separación de poderes, el respeto a la libertad por sobre todas las cosas y el cumplimiento estricto de los términos de gobierno que mandatan sus constituciones, la independencia judicial y de las fuerzas de orden, y el estricto respeto a la soberanía de su país frente a posibles incursiones de fuerzas bélicas internacionales.
¿Que si Petro pueda convertirse en otro Maduro, Ortega o Cuba (o sea tiranías, que ya de izquierda no tienen ni un pelo)? “Izquierdas” sí fueron los gobiernos de Pepe Mujica de Uruguay Lula da Silva en Brasil, (quien puede ahora repetir), quienes entregaron el poder a quien ganó las elecciones democráticamente.
Que Gustavo Petro sea de izquierda (el primero en la historia de Colombia) podría ser muy positivo en un país con gran cantidad de sus ciudadanos en situación social vulnerable.
Ahora bien, como en toda democracia funcional, debe existir una oposición organizada que sirva de contrapeso al gobierno, que, en el caso de Colombia, es la mitad de la ciudadanía que votó por Rodolfo Hernández. Falta ver si Hernández está dispuesto... y tiene la capacidad de liderar una oposición organizada y seria.
Siento que esto está en duda. Pareciera que esta puede ser la tarea que le tocará a Fico Gutiérrez, Sergio Fajardo u otra figura joven nueva. Esto está por verse, pero es vitalmente importante en esta coyuntura en que se encuentra Colombia.
Mantener los límites restrictivos de la democracia es la vital tarea de la ciudadanía no matriculada en la izquierda del nuevo gobierno.
Colombia no es Venezuela. En Venezuela, el Estado era el gran empresario dueño de la riqueza petrolera. En Colombia, la economía está dominada por un sector empresarial privado, vibrante y creativo.
En Colombia, hay instituciones más sólidas que en la mayoría de nuestros países; incluso en los peores momentos del largo proceso de violencia de la criminalidad generada por los barones de la droga, existía un sistema de justicia institucional, con jueces encapuchados impartiendo justicia.
Colombia sufre, como todos nuestros países, de exceso de corrupción, pero nada parecido a lo que se sufría en Venezuela, donde lograr una llamada en tiempos idos requería tener a una telefonista coimeada.
En conclusión: me siento optimista con el futuro de Colombia. No me asusta la “izquierda” de Petro, al menos hasta que se mueva claramente hacia la tiranía o invite a Cuba a “colaborar” con su ejército... y éste acepte esa infiltración. No me parece que sea o se pueda aplicar una agenda tiránica dogmática, y tampoco creo que la mitad de la población organizada se lo permita.
El autor es presidente fundador del diario La Prensa

