Cómo la música nos mueve y fortalece nuestro cerebro



Hace más de una década, cuando apenas empezaba a investigar sobre la salud cerebral de las personas mayores, participé en un evento de la Asociación de Familiares de Pacientes con Enfermedad de Alzheimer y otras demencias (Afapadea) en el que había música bailable. Me conmocionó ver a personas que, debido a la demencia, habían perdido la capacidad de expresarse y de comprender el lenguaje, aun pudiendo cantar la letra y bailar al ritmo de la música. Al mismo tiempo, sus familiares estaban visiblemente encantados por esta renovada capacidad de comunicación. De manera intuitiva, sabemos que la música tiene el poder de transformar y mejorar nuestro cerebro, aunque no entendamos del todo la ciencia detrás de este poder.

La música es uno de los recursos más ricos para investigar el funcionamiento del cerebro porque activa casi todas las regiones cerebrales. La música involucra múltiples áreas cerebrales debido a su complejidad – implica tono, timbre, ritmo, dinámica y mucho más – y procesarla es toda una tarea para el cerebro, ya que debe integrar los sonidos de manera ordenada y coherente. Aparentemente sin esfuerzo alguno, los diferentes componentes de la música se integran en un conjunto que no solo resulta perceptualmente significativo, sino que también puede conmovernos profundamente.

Escuchar o crear música aumenta el flujo sanguíneo a las regiones del cerebro que generan y controlan las emociones. El sistema límbico, que participa en el procesamiento de las emociones y el control de la memoria, se activa cuando nuestros oídos perciben la música. Las respuestas involuntarias emocionales que experimentamos cuando escuchamos una pieza musical particularmente conmovedora son el resultado de la dopamina, un neurotransmisor que desencadena sensaciones de placer y bienestar. Las investigaciones han demostrado que la música puede desencadenar las mismas respuestas de placer que producen el sexo y la comida, mediadas por la dopamina, pero las respuestas a la música son mucho más profundas, pudiendo evocar sentimientos trascendentales de alegría, comunidad, pérdida y dolor.

La música también es capaz de modificar los circuitos cerebrales de maneras especialmente valiosas, por ejemplo, fomentando la comunicación entre los hemisferios por medio del cuerpo calloso, la banda de fibras que conecta los dos lados del cerebro. En los niños, la formación musical puede mejorar la coordinación, la memoria y las habilidades sociales, beneficios que se extienden a lo largo de toda la vida.

Los procesos mentales implicados en unir sonidos individuales en la percepción general de una pieza musical son bastante similares al proceso por el que pasa el cerebro al leer, lo cual implica primero reconocer letras y sonidos individuales, y luego, en última instancia, extraer el significado de oraciones y párrafos. Sin embargo, la música es más universal que la lectura. No conocemos ninguna cultura humana sin algún tipo de música, lo que sugiere que la música es una parte fundamental de lo que significa ser humano.

Investigadores han descubierto que, en pacientes con Alzheimer, la memoria para la música familiar se mantiene en cierta medida. La capacidad de responder, recordar o producir música cantando, tocando instrumentos o componiendo a menudo se conserva incluso en las etapas más avanzadas de la enfermedad. Estudios controlados han demostrado que la música beneficia a pacientes con Alzheimer en la codificación verbal, el recuerdo autobiográfico, el rendimiento en pruebas cognitivas y conductuales, y la reducción de la ansiedad y la depresión.

Incluso la exposición a la música puede mejorar la memoria episódica en pacientes con demencia. Por ejemplo, pacientes con Alzheimer leve mostraron mejoras significativas en el recuerdo autobiográfico cuando se les preguntó sobre eventos importantes de su vida con “La Primavera” de Vivaldi sonando de fondo. Estos efectos facilitadores de la memoria fueron aún más fuertes cuando los pacientes pudieron elegir la música que sonaba de fondo. La música también puede reducir la agitación y otros problemas conductuales comunes en las etapas intermedias de la enfermedad. El impacto de la música sobre la memoria y algunos síntomas neuropsiquiátricos sugiere que las intervenciones basadas en la música podrían facilitar el cuidado diario en la enfermedad de Alzheimer, mejorando la vida tanto de la persona que cuida como la del paciente.

Si hay algo de la tecnología moderna que valoro profundamente, es cómo ha hecho que la música en toda su diversidad sea más accesible que nunca. A pesar de la desafortunada tendencia en los sistemas educativos de tratar la música como una actividad extracurricular, debemos esforzarnos para asegurarla como un componente esencial del aprendizaje y la memoria, necesaria para apoyar la estimulación y el fortalecimiento de los cerebros jóvenes y mayores por igual.

La autora es investigadora científica en el Centro de Neurociencias del Indicasat AIP e integrante de Ciencia en Panamá.


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