En la búsqueda de estilos de vida más saludables, a menudo nos encontramos en un frustrante punto muerto: a pesar de la gran cantidad de información y recursos disponibles, sigue siendo difícil lograr un cambio de conducta significativo en beneficio de la salud. Mantener hábitos saludables es una de las cosas más importantes que las personas pueden hacer para lograr una vida larga y saludable. Los estudios señalan que los comportamientos humanos son responsables de más del 50% del riesgo asociado con la demencia, así como son responsables del 40% de las muertes prematuras por enfermedades cardíacas, cáncer y accidentes cerebrovasculares. En otras palabras, una gran parte de nuestra salud está potencialmente bajo nuestro control.
Sin embargo, lograr un cambio conductual es difícil. No se trata simplemente de una cuestión de fuerza de voluntad individual o de la cantidad de información que recibimos; el desafío radica en desarrollar una propuesta funcional para materializar el cambio. Decir “toma tu pastilla para la hipertensión” o “haz ejercicio” suena sencillo, pero ponerlo en práctica exige esfuerzo y puede desmoronarse ante situaciones que, a primera vista, parecen “injustificables”. Numerosos estudios sobre el cambio de conducta revelan errores comunes que dificultan transformar los hábitos relacionados con la salud.
Uno de los conceptos erróneos más comunes es la creencia de que únicamente contar con información veraz sobre los riesgos para la salud motivará a las personas a actuar. El conocimiento por sí solo rara vez se traduce en un cambio de conducta. Para la mayoría de las personas, las barreras para adoptar hábitos más saludables van más allá de la falta de información.
Otro error crítico es subestimar el contexto social en el que se producen las conductas. Los seres humanos típicamente no tomamos decisiones en un vacío; nuestras elecciones están influenciadas por normas sociales y los entornos en los que vivimos. Las opciones de una persona que pasa 4-5 horas al día en un tranque difieren mucho de las de alguien que tiene más control sobre su tiempo. Por tanto, ignorar estos factores puede llevar a intervenciones estériles sin ningún tipo de resultados positivos. Desconocer la variedad de motivaciones, circunstancias y barreras que enfrentan las personas, lo que hace ineficaz la implementación de un método único para todos.
Centrarse en la responsabilidad individual es otro obstáculo importante. Al colocar toda la carga del cambio en las personas, descuidamos los factores sistémicos que moldean los comportamientos y la importancia de crear entornos de apoyo. Las iniciativas de salud que no toman en cuenta el contexto socioeconómico de las personas, el lugar donde viven y el porqué de sus decisiones, casi siempre están destinadas al fracaso. El pensamiento a corto plazo, ese que busca resultados inmediatos en lugar de cambios sostenibles, conduce a intervenciones que pueden producir beneficios rápidos, pero no logran impactos duraderos. Reconocer la diversidad de circunstancias individuales es clave para crear iniciativas de salud relevantes e impactantes.
La importancia de entornos de apoyo no se puede exagerar. Para promover un cambio de comportamiento genuino, necesitamos establecer contextos que alienten opciones saludables. Este esfuerzo requiere una combinación de acciones individuales, cambios en políticas y sistemas de apoyo comunitario. Un compromiso con la salud a largo plazo también es esencial. El cambio de comportamiento sostenible no se logra de la noche a la mañana; requiere apoyo y motivación constantes. Debemos cambiar nuestra visión basada en soluciones a corto plazo a estrategias que promuevan hábitos duraderos y alienten a las personas a mantener sus comportamientos saludables a lo largo del tiempo.
Una mayor inversión en las ciencias del comportamiento también es fundamental para transformar la salud pública. Estudiar los mecanismos psicológicos y fisiológicos que impulsan nuestras decisiones, en particular la interacción entre los procesos reflexivos y los aprendidos, es clave para la elaboración de un diseño de intervenciones más efectivas. Adoptando una visión científica y matizada y aprovechando los conocimientos de las ciencias del comportamiento, podemos crear intervenciones que resuenen en diversas poblaciones y generen un cambio sostenible. Ya estamos llevando adelante los primeros estudios clínicos aleatorizados de intervenciones cognitivas y conductuales para medir su impacto en la salud de personas mayores, y los efectos en la función cognitiva y el estado de ánimo son evidentes en solo 6 meses.
Mi trabajo me lleva a asistir a muchos eventos de salud, donde frecuentemente se prioriza el descubrimiento y desarrollo de nuevos medicamentos. Sin duda, los fármacos son una herramienta esencial, pero no son la única solución. Debemos invertir más en educación en salud, promoviendo estilos de vida saludables y creando entornos que faciliten la toma de decisiones saludables. La salud es el resultado de una compleja interacción entre factores individuales y sociales, y debemos abordarla desde una óptica más amplia.
La autora es investigadora científica en Neurociencias del INDICASAT AIP e integrante de la Fundación Ciencia en Panamá.