A veces quisiera poder tener el talento y el arrojo de poder convertir esta columna en un ramo de flores, en un chorro de agua limpia, en un amanecer; es decir, algo que llene de colores y frescura a mis lectores, que les dé un poco de esperanza en este mundo lleno de contradicciones e injusticias.
Cuando no encuentro un tema de esta naturaleza, pienso que como escritor he fracasado, porque ¿acaso no es una de las misiones de la literatura ayudar a levantar al prójimo de las cenizas que dejan las ruinas de la realidad? Aquí estoy, tratando de escribir algo que valga la pena, aunque sea para alguien que en un remoto lugar les encuentre sentido a estas palabras.
Estos últimos meses han traído una serie de cambios en mi vida que le han dado una vuelta de tuerca de 90 grados: mamá en casa y todas las atenciones que necesita una persona encamada, desafíos inéditos como familia, nuevas coordenadas de trabajo, administración de los recursos familiares, entre otras cosas. Todo esto ha implicado experiencias de supervivencia. Sin V estaría perdido.
Ella me ha ayudado en esta nueva empresa. Eso de que detrás de un gran hombre hay una gran mujer es una falacia. Debería de ser: detrás de un hombre frágil, hay una mujer coraje que lo sostiene. Estoy agradecido por la esposa que tengo.
No he podido escribir nada en estos meses. Proyectos engavetados, hojas de ensayos sin terminar, ideas y proyectos frenados, una novela que terminé a punto de quemar, un intento de poesía para registrar esta realidad inclemente.
Sin embargo, un regalo de la vida ha sido mi primera Navidad con mamá en muchos años. Es por eso por lo que estoy aprendiendo que los problemas son una forma de desdicha, pero también una forma de descubrir el amor. Hasta los días más oscuros pueden contener felicidad.
Este verano un grupo de chicos que atiendo en un taller de literatura en la Biblioteca Nacional me han animado. Leer sus locuras creativas me hace feliz. Además, han fortalecido mi tesis de que la juventud tiene mucho que decir, pero necesita espacios para hacerlo.
He pensado en realizar un taller de filosofía para jóvenes. Tienen tanto que decir del exterior que los rodea. Se ha dicho que el arte de filosofar surgió del asombro. A los primeros filósofos no les asombró que las cosas existieran, sino el hecho de que tuvieran movimiento: las cosas nacen y perecen. Cuando los chicos escriben hay mucho movimiento en sus textos, la vida y la muerte habitan en sus palabras. Es interesante.
He ido a algunos de los conversatorios del Hay Festival. No pude ir a las de la tarde porque debo atender a mamá. Pude escuchar y conocer a Velia Vidal, una gestora cultural, escritora y promotora de lectura que dirige una Corporación Educativa y Cultural en el Departamento del Chocó llamada Motete. Me ha sorprendido mucho su testimonio. He llegado a casa emocionado y le he contado a V. Ella se apoderó del libro, Aguas del estuario, de Velia y se ha puesto a leer de manera voraz.
Es un libro hermoso estructurado de forma epistolar donde Velia relata sus andanzas desde que regresó al Chocó, al mar Pacífico, para dedicarse a la promoción de la lectura en la comunidad.
Esto me ha servido de gran manera para repensar mis propios proyectos de lectura desde el Ministerio de Cultura. Luego de escuchar a Velia comprendí que no hemos estado muy lejos de lo que realmente necesita la gente en la comunidad. Solo que debemos aprender a tejer, a construir, a dialogar y a crear conexiones con la comunidad. He pensado en crear una red de círculos de lectura con enfoque étnico en la costa porque en Panamá Oeste tenemos una diversidad étnica y localidades en los poblados del Pacífico.
Apenas he logrado hablar con un grupo de mujeres kunas de Veracruz y han recibido la idea con alegría. En Playa Chiquita vamos a crear un Festival de la Palabra y el Pensamiento; estoy seguro de que las familias de la comunidad abrazarán este proyecto que involucrará a la escuela y otras entidades.
He conversado con mi amigo Adriano Mckenzie, que también es escritor, y hemos hablado de hacer algo para la gente de la tercera edad, o sea, los viejitos; me gusta la palabra viejito. También esto me ha animado porque nadie mejor en el mundo para echar cuentos y rescatar el valor de la conversación que un buen viejito. Adriano me anima siempre cuando escribo algo y me deja pensando que lo que hago vale la pena, aunque no salga en primera plana.
En fin, en medio de tantos cambios y desafíos que trae la vida, la literatura es un camino que te ayuda a andar y que te brinda la oportunidad de conocer a la gente, soñar con ellos, sufrir con ellos, tener ilusiones. El poder de la palabra a través de los cuentos es un relato que nos une a todos. Hoy pude escribir con más ánimo, mañana no sé si lo haré, pero si lo hago, tendré razones para contarte algo real y bueno como si fuera un cuento.
El autor es escritor

