“Don Armando, ¿cuánta gente atendió en tiempo de la pandemia?”, pregunté hace un tiempo a un mal llamado “curandero o yerbero”, un venerable anciano ngäbe de 83 años que lleva por lo menos 50 sirviendo a la salud de su pueblo. Durante el tiempo de la pandemia, el Minsa le pidió que atendiera, en un centro propio de los médicos tradicionales, a los que enfermaban de covid en la Comarca Ngäbe-Bugle.
Don Armando atendió a casi mil personas. De todos llevó un registro. “¿Cuántos murieron?”, vuelvo a preguntar. “Sólo uno”, me contesta y añade: “porque se fue a David” (¿?). “¿Le dieron medicinas?”, le insisto. “No, sólo usamos nuestra medicina, el ni kri (un bejuco) y el kian ogwä (un arbusto)”. Y esa es la maravilla: ¡Casi mil personas se curaron con plantas medicinales! ¡Cada bosque en la Comarca es una farmacia! ¡Cuánto no sabemos y lo tenemos al lado, en el patio de la casa! ¡Cuánto hemos perdido al talar bosques para criar vacas que nos envenenan con metano y nos “ayudan” a aumentar el ácido úrico!
Da pena escuchar y ver a la gente quejarse porque “no hay medicinas” en el (in)Seguro Social (que quieren hacer Individual), mientras sabemos que, en las comarcas, en los montes de todo el país, hay medicina de sobra para todos, a menos que los arrasen los deslumbrados por el oro y el cobre.
Desde las situaciones más peligrosas y difíciles como las mordeduras de serpientes (se usa corteza de megebara tain grie o el tallo de ngwingin kri), pasando por alivio a las parturientas (se usa la corteza de siä), hasta los resfriados comunes (se usa hojas de moroin) y los dolores de huesos (se usa i gwatda), sin olvidar la diabetes (se usan hojas y raíz de migran tain köere), la artritis (se usa raíz de üränä), picaduras de alacranes (se usan hojas de tidrä türai), presión alta (se usan las hojas de duga), dolor de muelas (se usa corteza del duga), el cáncer (se usa hojas y corteza de muman grie), problemas de próstata (se usa el nibra grie), el insomnio (se usa la corteza de nibi grie), los parásitos (se usa semilla de be), los riñones (se usa i klä) o la caída del cabello (se usa semilla de kengema) y podemos seguir la lista y eso es sólo el conocimiento de un sukia en la comarca ngäbe-bugle… Para múltiples enfermedades, los ngäbe tienen múltiples medicinas.
Es una sabiduría acumulada por siglos la que recibió y tiene Don Armando y otros como él que se dedican a servir a su gente con lo que la naturaleza nos da. Hay un grave peligro: no sólo hay depredadores de bosques, sino que esta sabiduría se está perdiendo porque están falleciendo los sabios médicos tradicionales (jaibana, nele o sukia). ¿Cómo se puede recuperar este conocimiento fundamental para nuestra vida?
Don Armando, cada sábado, desde hace años, convoca a unas diez personas a quienes enseña los usos y servicios de una planta medicinal. “Ya estoy viejo, en unos años voy a morir, ¿qué va a pasar con todo lo que yo sé?”, me dijo hace unos años. “Pongámonos a la tarea de recopilar esa sabiduría”, fue lo único que se me ocurrió. Eso hemos intentado. Con ese grupito, secan hojas, guardan pedazos de raíces, corteza, semillas, hacen jarabes, guardan bejucos, toda una farmacia están construyendo. Y por lo menos parte de la sabiduría de Armando va a seguir al servicio de la gente.
Pero ¿quién se interesa por esto? ¿Por qué las escuelas no se preocupan por recuperar esa sabiduría, escuchar a estos sabios, colaborar en este trabajo? ¿Estamos esperando que venga gente de fuera a llevarse nuestra riqueza como lo hacen con el oro y el cobre? Este trabajo es cuidar la Casa Común, esto es ecología integral…
El autor es investigador lingüístico y literario y profesor de lenguas extranjeras.