Semánticamente, ir con calma con pasos firmes es proceder de manera tranquila, sin prisa, pero con decisión y determinación en cada paso que se da hacia una meta u objetivo. La firmeza es cuando algo es cierto o serio. Desde niña me crié en una hacienda, y de la finca me encantaban los caballos. Teníamos caballos muy finos que caminaban y trotaban, dándome una sensación de gran amazona. Mis progenitores disfrutaban mucho viéndonos a mi hermana Esther y a mí, los 19 de marzo en las patronales de San José de David, bien ataviadas con nuestros “vestidos sastre”. Mi caballo, “Meñique”, era chiricano y trotaba con pasos firmes. Al mismo tiempo, sabía darme una elegancia especial en ese grupo comandado por Don Dionisio (Nicho) Hernández Esquivel, nuestro orgulloso papá.
Hoy encuentro en mi teléfono celular a nuestro paisano chiricano cabalgando en el Perú con nuestra gran bandera nacional en las manos, montado en un caballo de pura sangre peruano. Es el presidente José Raúl Mulino Quintero, el jinete. Lo hizo muy bien, de acuerdo con el vídeo expuesto en Perú y con atuendos peruanos. Gran público observándolo y aplaudiéndolo. Y yo, atónita, no podía creerlo. Ese paso no es firme, señor presidente. Ese vídeo quedó en el espacio cibernético. ¡Quedó en las nubes!
En el mismo celular consulté la definición del síndrome de hubris, o la enfermedad del poder desmesurado. Hace referencia a los individuos que experimentan un cambio de personalidad cuando se encuentran en posiciones de liderazgo o cuando ostentan el poder. Es una preocupación excesiva por la propia imagen. Eso no es lo relevante. No debió suceder. ¿Por qué? Porque nuestro símbolo patrio no puede enarbolarse así, en momentos de entendimientos a niveles de la problemática nacional en la Zona del Canal de Panamá. El jinete no debió portar la bandera nacional, menos en territorio peruano.
Tenemos que desapegarnos. El desapego no significa cortar con nada. No significa alejarse. Significa aprender a separar dos cosas distintas: el mundo exterior y el mundo interior. O sea, ser capaces de diferenciar estos dos mundos.
En el exterior están nuestros trabajos, estudios, economía, relaciones. En el interior están las cosas sutiles que no se pueden medir fácilmente, cosas que no son físicas: nuestros sentimientos, emociones, conciencia y personalidad. Todas estas cosas se generan en nuestro mundo interno, dentro de nuestra propia identidad espiritual.
Estos son los ingredientes con los que yo, el observador desapegado, puedo experimentar creativamente en el arte de pensar y puedo usar en el arte de vivir sin apegos.
Todas las personas necesitamos fortaleza para permanecer libres de la influencia de los demás. Panamá está en una posición crítica y, de alguna manera, atacando diferentes puntos de vista políticos y sociales con gran apego. Y luego, al unísono, presenta un desapego que va archivando distintos problemas coyunturales que quedan sin resolver.
El desapego es esta fortaleza que nos permite no aferrarnos a las mismas costumbres habituales de proceder. Si no logramos permanecer desapegados de las influencias negativas, no seremos capaces de mantener nuestros pensamientos bajo control. Eso repercutirá en una pérdida de bienestar interno que se ha extendido en nuestro país como una debilidad gubernamental que nos deja en suspenso y que alborota a los individuos que andan trastabillando al caminar con pasos indecisos.
A través de mentiras adornadas y de laberintos externos e internos, desubicamos definitivamente aquello que más importa. Por tanto, una mentira que está lejos de nuestros ordenamientos mentales se multiplicará y nos llevará a desequilibrar el paso firme que estamos esperando de quien lleva las riendas actuales del país.
Mi difunto esposo, constantemente, cuando yo estaba indecisa, me decía: “¿Estás preñada o no estás preñada?”. No puedes decir “estoy un poquito preñada”. Ser y no ser. Esa es la cuestión que ha permitido que nos tomemos como broma lo que está sucediendo entre una Ruta de la Seda que lleva a cuestas China y una guerra fría que tergiversa nuestro tratado de neutralidad en relación con el Tratado Torrijos-Carter, que no podemos interpretar conjuntamente en dos idiomas diferentes de dos potencias culturalmente distintas.
No es problema de la lingüística ni de signos lingüísticos de la semántica española con la semántica inglesa. No es que se eliminó la palabra soberanía en el contexto escrito en el idioma inglés. No es un trabalenguas. Se cotejan los dos escritos y se nota que es una omisión que, si no se corrige, nos va a perjudicar.
Nota: Lectores y lectoras: el Panamá de la ese acostada (S), despertó.
La autora es educadora.
