El Día Mundial del Agua se celebra el 22 de marzo de cada año y tiene lugar desde 1993, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró esta fecha como el Día Mundial del Agua.
Indudablemente, la sed ha estado detrás de grandes adaptaciones anatómicas y metabólicas, así como de innovaciones, revoluciones y colapsos a lo largo de la historia del ser humano. Por ello, el Día Mundial del Agua rinde homenaje a este recurso vital y busca concienciar a la población sobre los 2.200 millones de personas que viven sin acceso a agua potable gestionada de manera segura. También enfatiza la necesidad de tomar medidas urgentes para abordar la crisis mundial del agua.
Los glaciares son ríos de hielo, frecuentemente cubiertos de nieve, que descienden lentamente de zonas montañosas por un valle y cuyas aguas de deshielo fluyen cuesta abajo. ¿Por qué son importantes? Los glaciares son un componente esencial del ciclo del agua: proporcionan un flujo de agua dulce vital para los sistemas de agua potable y saneamiento, la agricultura, la industria y la producción de energía limpia, fundamental para la salud de los ecosistemas. Los glaciares también contribuyen a la circulación oceánica, regulando el calor, el dióxido de carbono y los nutrientes que sustentan redes alimentarias en todo el planeta. Asimismo, ayudan a enfriar la Tierra al reflejar grandes cantidades de radiación solar hacia el espacio, por lo que actúan como un escudo natural contra el calentamiento excesivo.
Los glaciares se alimentan principalmente de la nieve caída durante el invierno y pierden hielo durante el verano. Sin embargo, las temperaturas más altas debidas al cambio climático están provocando veranos más largos e inviernos más cortos, episodios de ola de calor en verano, una disminución en la cantidad de nieve y un aumento de las precipitaciones en forma de lluvia. Estos cambios pueden tener graves repercusiones en las comunidades y los ecosistemas, al incrementar el riesgo de peligros geológicos, alterar la disponibilidad de agua a nivel regional y contribuir al aumento del nivel del mar a escala global.
Según un informe de la ONU, la sequía ha matado a 650.000 personas en los últimos 50 años, y según un informe de la UNESCO, en la última década más de 270 millones de personas han tenido que migrar, han sido desplazadas o han perdido sus hogares debido a desastres climáticos, en su mayoría relacionados con el calentamiento global. Se estima que la cifra de refugiados climáticos seguirá en aumento y que la sequía será una de las principales causas de desplazamiento. “De los más de 1.000 millones de migrantes que se estima que existen en el mundo, al menos un 10% busca una vida mejor en otro lugar debido al déficit hídrico”, según un informe del Banco Mundial presentado en la Semana Mundial del Agua de Estocolmo.
No podemos olvidar que el calentamiento global obligó al gobierno panameño a gestionar el traslado de 300 familias de la isla Gardi Sugdub, en el archipiélago de Kuna Yala, hacia la barriada en tierra firme conocida como Isberyala. Este fue el primer pueblo de América Latina reubicado debido al aumento del nivel del mar.
El tiempo no está “loco” y evadir nuestra responsabilidad solo puede alejarnos de la libertad y hacernos todavía más vulnerables. Necesitamos recuperar nuestra conciencia de especie, sin perder de vista que formamos un todo con la naturaleza y que no todas las personas dejamos la misma huella ambiental ni tenemos la misma capacidad para reducirla.
Hoy estamos sin agua en la ciudad capital debido al mantenimiento de la potabilizadora de Chilibre, y podemos ayudar a la conservación de los glaciares siendo conscientes de nuestras emisiones de CO₂ y reduciéndolas. Para ello, podemos adoptar estrategias como caminar más, seguir una dieta con baja huella de carbono y convertirnos en consumidores sostenibles.
El autor es médico sub especialista.