“La curiosa tarea de la economía es demostrarle a los hombres lo poco que de verdad saben sobre lo que imaginan pueden diseñar”. Esta es una de las más famosas frases del economista ganador del Premio Nobel Frederic Hayek. Un claro ejemplo de esto lo vivimos en Panamá con el control de precios instaurado hace cinco años por el gobierno anterior y que buscaba ahorrarle a los panameños $58, sin efectos negativos. Luego de que el gobierno actual liberase del control ocho de los artículos, podemos hacer un análisis breve de las repercusiones de la medida populista del exmandatario.
Primero, en varias abarroterías y supermercados del país, se reportó escasez de las marcas que estaban bajo el control. Al no tener el comercio un incentivo para ofrecer la marca controlada, simplemente prefería ofertar una que no lo estuviese. Segundo, en varios medios de prensa se reportaron quejas de consumidores sobre la calidad de los víveres controlados. Comentaban que preferían pagar un poco más por un producto de buena calidad que gastar su dinero en uno controlado que no satisfacía sus gustos. Tercero, desde 2014 se reportaron aumentos en los productos no regulados. En algunos casos, dichos incrementos eran de más de 20%. Todo lo que en algún punto se dijo iba a pasar, sucedió. No en balde hay 40 siglos de experiencia viendo cómo siempre, en todos los países donde se ha implementado la medida, esta falla rotundamente. Parece que a Varela y sus seguidores no les llegó el memo y decidieron por orgullo dejar la política, aun cuando los productores, intermediarios, gremios de empresarios, la Acodeco y hasta los mismos consumidores –todos aquellos que de alguna u otra manera se vieron impactados por el control– pedían su eliminación. Felicito al gobierno actual por tomar el primer paso en la eliminación de esta nefasta política, y lo exhorto a que termine la labor lo más pronto posible.
Ahora bien, no nos olvidemos de otro precio que está controlado y que sufrirá cambios a finales del año, el salario mínimo. Como ya hemos visto, los aumentos al salario mínimo traen serios problemas, como aumentos de precios de productos y servicios, despidos a personas que no producen el salario mínimo, y la eliminación de puestos de trabajo que pudieron haberse creado, pero que fue impedido por el aumento.
Un estudio reciente del Harvard Business School encontró que un aumento de $1 al salario mínimo significaba un incremento de 14% en las probabilidades de un restaurante promedio en Estados Unidos de cerrar. Así mismo, encontró que los precios aumentaban y que se evitaba la apertura de nuevos restaurantes. Como este, existen numerosos estudios que una y otra vez dicen lo mismo, aumentar el salario mínimo causa más daño que bien.
Una medida interesante sería reducir el salario mínimo para personas jóvenes y con poca o nula experiencia y/o educación. A su vez, se le pueden dar beneficios fiscales a las empresas para fomentar la contratación de estas personas, lo que ayudaría a combatir el desempleo juvenil en Panamá, que estaba en 16.5% en 2018.
Las políticas que fomentan la libertad del mercado son conocidas por todos. Solo necesitamos voluntad política para ponerlas en práctica, logrando, con una base de institucionalidad y Estado de derecho, el desarrollo sostenible que queremos para Panamá.
El autor es miembro de la Fundación Libertad