He recibido toda una retahíla de injurias por haber osado desenmascarar a una psicópata traída a Panamá por activistas “pro-vida”, con el beneplácito de la cúpula eclesial. Me importa muy poco. Cuando lo que está en juego es el bienestar sanitario y social de nuestra juventud, particularmente la más necesitada, la discusión tierna no solo es hipócrita sino improductiva. En esta etapa de mi vida, no busco ni popularidad ni nuevas amistades. Soy feliz con los amigos que tengo, ellos aceptan mis múltiples vicios y exiguas virtudes sin pestañeo. Es preferible tener pocos, pero genuinos, que muchos, pero que se volteen en momentos adversos.
Días atrás, el nuncio Carrascosa colocó un tuit que exhortaba a los pro Ley 61 a debatir con respeto. Disiento. No se debe hacer ninguna clase de concesiones a terroristas, abusadores de menores, farsantes y embaucadores. Un asunto de salud pública y equidad social se ha contaminado de religión, política y conspiración. El clero local, tristemente, no parece haberse contagiado del pensamiento progresista del papa Francisco. El pontífice, por fortuna, debido a las presiones del mundo civilizado, ha ido modernizando los rígidos dogmas medievales y humanizando a la institución eclesial. Ante mis cuestionamientos, un devoto dijo que mis argumentos aburrían y me exigió deferencia para con Dios y la fe cristiana. Contesto. Primero, soy pediatra y mientras tenga lucidez mental combatiré frontalmente toda agresión a la infancia, por más que provoque hartazgo; segundo, seguiré criticando a cualquier grupo que afecte los programas de salud sexual y reproductiva, ampliamente avalados por evidencia científica publicada en revistas de prestigio; y tercero, como todos saben, no creo en ninguna deidad, por lo que mis sarcásticos comentarios carecen de connotación analítica alguna. Si existiera tal figura omnisciente y todopoderosa, empero, ese ser no necesita ninguna ayuda para defenderse y hacerme pagar el atrevimiento. Yo, por supuesto, asumiría las consecuencias. Creo, no obstante, que pensar solo en el bienestar de los propios hijos y dejar al resto de adolescentes sufrir de embarazo precoz, aborto clandestino, muerte materna, infección de transmisión sexual y perpetuación de pobreza es un defecto mucho peor que los míos. Es un deplorable acto de insolidaridad y mezquindad con el prójimo, conducta pecaminosa según los propios cánones religiosos.
Los argumentos de la Sra. Amparo Medina deberían ser considerados apología de delito a la salud pública. Resumo algunas de sus invenciones. “El papilomavirus (HPV) y el herpes se transmiten por el sudor”. Aunque un porcentaje menor del contagio se debe al mecanismo de fricción entre piel lesionada (usualmente con verrugas/vesículas) y piel intacta, estos microbios no infectan las glándulas sudoríparas; “Si alguien se infecta por HPV, el condón o la vacuna pierden su capacidad preventiva”. Hay más de 90 serotipos de HPV, por lo que la protección se mantiene para las otras cepas restantes; “La vacuna contra HPV mata o deja secuelas”. Tanto la Agencia de Alimentos y Medicamentos (FDA) como la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) avalan la seguridad de la vacunación, después de contrastar los reportes de reacciones adversas potenciales con los acaecidos en grupos controles, de millones de adolescentes inmunizadas a nivel global; “Las pastillas anticonceptivas dañan la salud”. Aparte de evitar gestaciones no deseadas, estos medicamentos ofrecen múltiples beneficios alternos a las mujeres. Las nuevas formulaciones, incluso, disminuyen la incidencia de cáncer uterino y ovárico; “Los planes de la ONU han incrementado embarazos y muertes”. Los datos demuestran todo lo contrario: reducción de pobreza intrafamiliar, declinación de mortalidad materna y de abortos por embarazos accidentales, disminución del abandono educativo de muchachas en edad fértil; “La UNFPA [Fondo de Población de las Naciones Unidas] lucra al vender anticonceptivos, productos abortivos y tejidos fetales para propósitos comerciales”. Estas fundaciones son sin fines de lucro y tramitan la adquisición de insumos de planificación familiar a precios ínfimos para favorecer a personas humildes con pobre acceso a la anticoncepción y a países pobres con economías limitadas. La Organización Panamericana de la Salud tiene también un fondo rotatorio para la compra de numerosas vacunas a costos accesibles.
La Sra. Medina posee las características típicas del charlatán: verborrea, carisma, buena retórica, adjudicación de títulos o logros curriculares excesivos, mezcla de verdades y mentiras, empleo de testimonios emocionales y advertencia de peligros inminentes a la humanidad. Los farsantes usualmente se dedican a temas religiosos o sanitarios. La historia está llena de ejemplos de predicadores o chamanes sanitarios, seguidos por incautos, que con el tiempo resultan ser estafadores o depravados. Localmente, solo basta sintonizar emisoras radiales o televisivas para escuchar a hierberos suramericanos, macumberos o botánicos disertar sobre panaceas de toda índole. Una búsqueda exhaustiva sobre la trayectoria de la susodicha ecuatoriana refleja dos cosas importantes: falta de reputación académica en su supuesto campo profesional y antecedentes de extremismos ideológicos. Pasó de ser una guerrillera de izquierda a una fundamentalista católica, después de haber sido internada en un hospital por la represión policial a una sublevación indígena y percibir la aparición de la Virgen Milagrosa que le infundía paz espiritual.
Como decía Oscar Wilde: “Pronto irás por ahí como el converso y el predicador: reprendiendo a la gente por los pecados de los que tú ya te has cansado”. No me extrañaría ver a esta señora, en el futuro, deambulando por alguna esquina en Ecuador, portando una pancarta contra la venida del anticristo y vociferando el fin del mundo… @xsaezll
