Esta es la semana en la que en Panamá conmemoramos a aquellos que dieron su vida en los sucesos del 9 de enero de 1964, en el que un grupo de estudiantes de secundaria pagó el más alto precio para exigir que fuera izada la bandera panameña en lo que entonces era la Zona del Canal. Soy muy joven para haber presenciado estos eventos, pero crecí escuchando las anécdotas como parte de la historia panameña, y cada 9 de enero reflexiono sobre la valentía de los corazones jóvenes que estaban dispuestos a dar la vida por Panamá. Esta vez, mi reflexión fue diferente, no solo pensé en aquellos que lucharon en 1964, fui testigo de los que luchan hoy.
Ubaldo Davis convocó al pueblo a una marcha para protestar contra la corrupción, para exigir la muerte civil de los políticos que son condenados por actos de corrupción.
Al ser joven, es fácil ver de lejos el escenario político del país y pensar que no nos alcanza, pero ahora por primera vez es evidente que se está despertando un aliento que va generando firmeza para exigir el gobierno que merecemos. Son caras de frustración ante la injusticia lo que alimenta el impulso que el pueblo necesita para empoderarse, para dejar de ser un juguete vulgar de las campañas de políticos que te ofrecen subsidios y regalos, sin decirte que lo que se llevan a cambio es tu libertad.
Los mártires lucharon hasta morir porque no había nada que perder que fuera más valioso que el respeto por nuestra bandera. Actualmente, quienes luchan contra la corrupción son solo los que han descubierto que todo lo que ofrecen los políticos para silenciar las masas no vale más que nuestra libertad, que el respeto que nos debe aquel al que le dimos nuestro voto, con esperanza de que contribuyera a guiar nuestra nación al desarrollo y al progreso, y que por el contrario aprovecha el poder para sus intereses económicos personales, dejando en evidencia que para ellos vale más el dinero que aprovechar la oportunidad de enriquecer a un país con educación y con cultura.
Es hora de enfrentarse contra la libertad de mentira y la democracia embustera, donde seguimos eligiendo gobernantes que solo mantienen el status quo frente a las masas, y continúan en secreto robando a dos manos en cada oportunidad que se les presenta, que miden a Panamá en función de sus riquezas y ven en él un potencial para sus intereses económicos personales, mas no el potencial humano que ve en una nación una joven idealista como yo, que piensa que habrán sido en vano las muertes del 9 de enero de 1964, si no nos disponemos pronto a tomar las riendas de la democracia honesta y transparente que Panamá precisa y anhela.
Los mártires del 9 de enero murieron luchando para que se respetara nuestra bandera, hoy yo protesto para que se respete nuestra nación, para que el pueblo se empodere y exija no más corrupción.
La autora es estudiante de derecho en la USMA
