Los corruptos han perdido la vergüenza; los demás, el valor



¿Qué nos pasa? Hay cada vez más personas con temor de participar públicamente en la lucha contra la corrupción. Comprendo los temores, no es fácil denunciar las acciones de personas que seguramente conocemos o cuyos allegados son cercanos a nosotros. Decididamente, esto causa incomodidad, reclamos e incluso peleas familiares y, más allá de esto, no es fácil arriesgar un negocio o la reputación al tomar una postura pública... las consecuencias pueden afectar, incluso, nuestro patrimonio o nuestra fuente de empleo, o los de personas que apreciamos.

No, no es fácil enfrentar denuncias, querellas, el escrutinio público o muchas veces arriesgarse a ser víctima de difamación. La pregunta que me hago es si será más fácil después.

Cuántos venezolanos no se preguntarán hoy si debieron actuar antes, si debieron participar en política o apoyar a algún activista que en su momento trataba de advertir las posibles consecuencias de lo que estaba ocurriendo.

Lo que ocurre en Venezuela no empezó con la elección de Chávez, fue un proceso de degradación política provocado precisamente por el deterioro institucional y la corrupción, que trajo como consecuencia la falta de respuesta a una población que decidió probar una alternativa distinta. ¿Qué tan lejos estaremos en Panamá de llegar a una situación similar?

Participar no se trata solo de postularse a un puesto de elección, pero sí de tomar posiciones. La elección es una oportunidad de renovación, y hoy hay cientos de candidatos nuevos a diferentes puestos de elección, muchos de ellos con una trayectoria de rectitud y con las ganas de participar para hacer un cambio positivo. Ellos necesitan apoyo para competir en una elección desigual, contra una maquinaria electorera que garantiza la continuidad de los que se aprovechan del poder para reelegirse.

Seguramente, muchos hemos perdido la esperanza de que haya cambios sustanciales, hemos perdido la confianza porque nos han engañado reiteradamente y, seguramente, nos pueden volver a engañar.

No hay garantías de que si apoyamos a alguien, cuando llegue al poder va a cumplir lo prometido, pero de lo que sí podemos estar seguros es de que si se reeligen los que están o regresan los que estaban, nuestra democracia seguirá deteriorándose hasta que lleguemos a una situación como la que hoy viven nuestros hermanos en Nicaragua y en Venezuela. Nuestra única garantía es investigar si los nuevos candidatos que hoy se presentan a la elección pueden sustentar sus promesas con su trayectoria.

Nos preocupamos hoy por proteger nuestras empresas o nuestra reputación, ¿quedará algo de qué preocuparnos cuando hayamos perdido la oportunidad de recuperar nuestra democracia? ¿Cómo les explicaremos a nuestros hijos o nietos cuando les toque a ellos pelear por la democracia o migrar a otro país?

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