La XXV Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno celebrada en Cartagena el 28 y 29 de octubre de 2016, se centró en “Juventud, emprendimiento y educación” como prioridades en los países del hemisferio. En junio de ese año, el Foro Económico Mundial (FEM) advirtió que el deterioro del desempleo en los jóvenes de 16 a 24 años parece no tocar fondo, añadiendo, “estamos ante un desafío de gran magnitud, que exige políticas innovadoras y acciones colaborativas que hagan frente a esta situación”.
En mayo de 2017, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) se unió a esta preocupación, señalando “la inactividad y la falta de inclusión económica aumenta el riesgo de problemas asociados a conductas de riesgo, como drogadicción o violencia”.
Los jóvenes desocupados aumentan vertiginosamente y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) pronostica que en 2018 el desempleo en el segmento entre los 16 y 24 años en Latinoamérica será de 19.6%, el más alto en 14 años.
Panamá no escapa a esa tendencia. El Informe de la Alta Comisión de Empleo (noviembre, 2014) indicó que ya en “el año 2012 un total de 101 mil 626 jóvenes culminaron algún tipo de programa educativo o formativo” y muchos de ellos incursionaron en el mercado laboral. En 2015, este número subió a 139 mil 513. Si a esos números se le agregan los desertores de educación premedia y media, que promedian 12 mil por año desde 2010, y se restan los 40 mil - 45 mil que ingresan a la universidad, el número de nuevos jóvenes solicitantes de empleo ronda los 70 mil y 110 mil por año.
Pero en los últimos 13 años (2004-2017) la economía solo generó 5 mil 566 empleos para jóvenes de 15 a 29 años y 44 mil 88 nuevos empleos anualmente en total. La matemática es sencilla: la cantidad de jóvenes buscando trabajo es muy superior a la capacidad del mercado para absorberlos. En un escenario hipotético, aun si todos los empresarios y gobiernos hubieran contratado exclusivamente jóvenes, ni siquiera la mitad de los que incursionan en el mercado laboral todos los años hubiera conseguido trabajo.
Agreguemos el cambio del patrón de expansión económica. Entre 2004 y 2014 se acometieron importantes proyectos de infraestructura, siendo la ampliación del Canal el más relevante, con una inversión superior a los $6 mil millones, principalmente entre 2010 y 2014. En esa década, el 52% de la expansión del empleo vino de la construcción, comercio y agricultura. Hoy, esa proporción la genera la logística, turismo e industria.
Consecuentemente, en Panamá hace 10 años, la proporción entre adultos (más de 30 años) y jóvenes que encontraban trabajo era de 3 a 1. Hoy, por cada 11 adultos que consiguen trabajo, 1 joven lo pierde. En el crítico segmento de edad de 16 a 24 años, objeto del pronóstico de la OIT, hace una década los jóvenes obtenían 1 de cada 8 nuevos empleos, hoy es 1 de cada 258.
Es importante reconocer los esfuerzos del Gobierno, sector privado y organismos internacionales por mejorar el empleo juvenil. Pero las estadísticas demuestran que nos enfrentamos a un fenómeno inédito que requerirá, como plantea el FEM, soluciones innovadoras.
La contracción del empleo asalariado en la empresa privada, el que tres de cada cuatro nuevos empleos hoy venga de trabajadores independientes (de los cuales más del 60% paga impuestos y cotiza a la Caja de Seguro Social), y el rol cada vez mayor de la tecnología, sugieren que el entorno laboral cambió para siempre, y más que empleo per se, el reto es la inclusión productiva de la población joven.
El autor es asesor empresarial