Las elecciones generales ya están a la puerta, tocando nuestra conciencia ciudadana y forzando nuestra capacidad de convivencia social. Y es aquí en donde como buenos estudiantes de primaria debemos comprender nuestro rol con la Patria: honrar los nobles ideales de nuestro país con nuestra libertad de decidir.
Son escasos minutos desde que entramos al recinto electoral hasta que salimos de él con la certeza de haber cumplido, no solo con un derecho sino con un deber. Aquí no importan las preferencias políticas, sino nuestro sentido de pertenencia a este terruño que llamamos Panamá. ¿Será que luego salimos a la calle con la conciencia limpia de haber ejercicio un derecho? Un derecho que costó vidas de heroicos panameños que visionaron un proyecto de país en donde solo exista un Panamá más justo para todos, más solidario.
Pero … ¿botar o votar?, nuestros oídos no notan la diferencia, aunque la realidad es que una sola letra denota el carácter cívico del panameño. La voluntad de decidir entra en franca lucha con el oportunismo, el cual juega con la necesidad de los más necesitados y los verdugos de la libertad. Esto es importante pensar, pues acaso ¿como sociedad entendemos lo transcendental que son esos segundos cuando marcamos una casilla? No se bota lo que no es importante, así como no se vota por quien no es apto. ¿Verdad?
Lo anterior, en definitiva, introduce a una profunda reflexión que nace de un simple pero desconcertante análisis: votar es una actividad sometida al valioso escrutinio intelectual en donde la voluntad está regida por lo que realmente se quiere para nuestras familias. De este modo, no tiene cabida el oportunismo, el cual a veces pareciese ser la nota característica de cada elección.
El voto es el supremo derecho de decidir a conciencia y plena voluntad en favor de una persona; sin embargo, esa decisión somete el destino de toda una sociedad, misma en la que convivo, comparto, coexisto. No sería razón suficiente para que el “ganchito” no sea visto con “b” de botar, sino con la “v” de valentía de decidir lo mejor para todos.
El autor es docente y estudiante de derecho

