Gran parte de la gente decente que reside en este país no sale de su asombro por varias de las tantas cosas que sucedieron la semana pasada, muchas de ellas provenientes de la Asamblea Nacional.
Por un lado, tenemos a un grupo de diputados que proponen una ley para decretar una amnistía a quienes hayan resultado o resulten culpables de delitos políticos. Conocida como la ley pro-Martinelli, en referencia al expresidente de la república que ha sido hallado culpable de crímenes comunes, nada que ver con crímenes políticos. Este anteproyecto de ley no solo atenta contra la separación de poderes democráticos, sino que permitiría a un órgano del Estado encargado de la confección de leyes y de la supervisión del órgano Ejecutivo calificar en qué clase se ubica algún tipo de delito.
No entiendo cómo este tipo de enajenamiento podría ser siquiera considerado para ser evaluado en primer debate, mucho menos pasar al pleno para su consideración.
Mientras tanto, se debería adelantar en las reformas necesarias para que el reglamento interno de la propia Asamblea sea actualizado de la manera que se requiere y que ha sido sugerido en múltiples ocasiones por algunos buenos congresistas, sin mucho éxito, pues a los otros no les convienen dichas reformas.
Por otro lado, vemos cómo un ministro de Defensa de Estados Unidos viene a Panamá, suscribe “acuerdos” o “memorándum de entendimiento”, o como los queramos llamar, y sorprendentemente la versión en castellano tiene diferencias con la versión en inglés. Me recuerda a la famosa frase “como si fuera soberano”, en cuya interpretación se basó por muchos años la posición de los estadounidenses, pues en la versión inglesa del tratado, que nunca fue firmado por panameño alguno, se interpretaba que efectivamente ellos eran soberanos en la Zona del Canal. O sea, en vez de caminar hacia adelante, ¿echamos para atrás?
¿De veras fue un error? ¿Cómo es posible que nadie se hubiera dado cuenta? Lo que nos lleva entonces a poner en tela de duda la buena voluntad que debe regir los acuerdos entre naciones. Ojo, no estoy entrando a calificar el contenido de los dos documentos firmados, pero sí entro a levantar mi ceja derecha y repito la pregunta: ¿Por qué es diferente el contenido de los referidos acuerdos?
Otro tema que a muchos nos ha llamado la atención es la cantidad de panameños que se han manifestado en favor no solo de una presencia militar estadounidense en el país, sino en favor de una invasión. Muchos sustentan su posición en el hecho de que el país “no puede con más corrupción”. A ellos les hago una primera pregunta: ¿Y qué es lo que estamos viendo en la nación del norte? En mi forma de ver las cosas, lo que ha venido sucediendo allá en los últimos casi tres meses no se diferencia mucho de lo que hemos estado viendo en varias de nuestras repúblicas bananeras debajo del río Grande.
Irónicamente, muchos de los que claman por una invasión no la padecieron a finales de los años ochenta. Hablan inglés machucado y no me tienten, pero son los mismos que pareciera que compraron sus títulos universitarios.
Son los mismos que sugieren a sus hijos “que no se mezclen con niños de color extraño” y que hacen negocio con cualquier gobierno que gane las elecciones. Ah, y para colmo de males, fueron los que financiaron y votaron por los diputados de siempre.
Estamos empezando la Semana Mayor para el mundo cristiano y las fiestas de Pesaj para el mundo judío. Ambas conmemoran eventos muy especiales y que han marcado el calendario de gran parte del mundo como lo conocemos hoy.
Exhorto a los políticos, activistas sociales, dirigentes gremiales y sindicales y, en fin, al público en general a adoptar una actitud fraternal hacia nuestro prójimo. Que el respeto, la tolerancia, la ética y la fraternidad prevalezcan por sobre cualquier otro sentimiento que pueda aflorar en nuestro corazón y en nuestra mente.
Miremos a nuestros hermanos con ojos bondadosos, y que ese amor que nos enseñó nuestro Señor Jesucristo sea la guía que marque nuestros caminos, cualesquiera que estos sean. Si seguimos en la ruta que vamos, para el 2029 tendremos luchas en las calles (más de las peleas que ya se ven), el narcotráfico tomándose barriadas y calles, y cleptocracia a la orden del día.
La verdad es que ese no es el Panamá que yo anhelo para mis hijas y nieto. Ejemplos en América Latina hay muchos. Veámoslos de lejitos, no los quiero en mi país.
El autor es dirigente cívico y analista político.