2024 es un año crucial en términos de desarrollo y de sostenibilidad, en el que la juventud panameña puede ser una fuerza determinante para encauzar el rumbo de Panamá.
2023 será recordado por la crisis que vivimos como sociedad. Lo ocurrido debe ser una lección y una oportunidad para reflexionar sobre nuestro rol ciudadano en una de las democracias consideradas entre las más sólidas de la región.
Hannah Arendt afirmaba que la “acción” es la expresión más completa y significativa de la libertad human a. En el contexto panameño, nuestra democracia ha demostrado ser resiliente y eficaz, en la que la libertad es un valor esencial que ofrece al ciudadano la autonomía para transformar su realidad y conectar con el contexto social.
Al analizar el entorno regional, es evidente que la juventud panameña debe entender la génesis de las crisis regionales, como las recientemente ocurridas en Guatemala y en Ecuador, a pesar de que pudieran parecer distantes y extrañas a nuestra cotidianidad.
Cómo jóvenes, debemos reflexionar sobre nuestro rol de rediseñar nuestro entorno y hacer uso informado de la preciada libertad de elegir. Para ello, la educación tiene un rol crucial, en especial, la educación cívica, así como el propio proceso educativo, que debe ser incluyente y democrático.
Una educación integral y democrática debe formar en lo cívico. Su modernización y su contextualización a los desafíos actuales, incluyendo la participación ciudadana activa fundamentada en valores, debe responder a los requerimientos de los tiempos. No es aceptable esperar vivir una nueva crisis para tomar acción o tener que echar mano a liderazgos improvisados o forzados.
La modernización de la educación cívica incluye rescatar una narrativa más respetuosa con relación a las instituciones y a su papel en la dinámica social; abrazar la pluralidad de ideas, desechando la práctica de ver a quienes no piensan como nosotros como enemigos; conectar con el acontecer político como parte de una dinámica saludable para la democracia; y, sobre todo, velar por la transparencia, la rendición de cuentas y el combate a la corrupción.
Las insuficientes reformas y el escaso seguimiento a la implementación de las políticas educativas coarta el desarrollo pleno de las nuevas generaciones. Este vacío es suplido parcialmente por aportes de medios digitales, entes independientes, e iniciativas ciudadanas que luchan por rescatar la educación cívica como herramienta de cambio. En este contexto, la libertad de expresión es indispensable en el desarrollo de iniciativas independientes en apoyo a la democracia.
Vivir en una democracia saludable no debe ser un ideal, sino una misión continua en la que cada individuo aporta desde su contexto social.
Según el Tribunal Electoral, alrededor de 374 mil jóvenes votarán por primera vez este 2024. A diferencia de los primeros votantes en los comicios de 2019, la percepción es que esta generación será más exigente, con ideales que desafían al establishment político. No hay dudas que Panamá tiene en su juventud, un tesoro que ha demostrado estar dispuesto a involucrarse y a ejercer su ciudadanía de manera proactiva y comprometida.
No obstante, las nuevas generaciones necesitan herramientas más robustas para generar liderazgos genuinos con la capacidad de ejercer acciones informadas. Cómo parte del esquema de valores de la educación cívica, el respeto a los distintos discursos políticos es vital para evitar la polarización. Para ello, es preciso recurrir a narrativas constructivas y promover un clima en el que el diálogo se anteponga a la confrontación.
Debemos comprometernos a trabajar diariamente para robustecer nuestra democracia: siempre hay oportunidades para mejorar y aprender de experiencias regionales y locales. La resiliencia y la capacidad de adoptar buenas prácticas son cruciales para fortalecer la sostenibilidad de nuestro sistema democrático.
En vísperas de las elecciones de 2024, recordemos que el fortalecimiento de la democracia es una responsabilidad compartida. Aprendamos de las crisis que viven algunos países hermanos: sus experiencias deben ser una guía para construir procesos electorales transparentes, respetuosos y participativos.
Para ello, nuestra brújula democrática debe ayudarnos a centrarnos en nuestros principios para consolidar un sólido futuro democrático, siendo la participación ciudadana fundamental, que inicia ejerciendo de manera informada y responsable nuestro derecho a elegir.
La autora es egresada de LLAC 2021 y miembro de Jóvenes Unidos por la Educación