Tuve la oportunidad de escuchar el conversatorio “Cuento sobre cuento”, que organizó La Cámara Panameña del Libro y la Universidad Tecnológica de Panamá, con los ganadores del Premio Diplomado en Creación Literaria, en el marco de la promoción “Rumbo a la FIL 2022″, que la Cámara organiza para ir calentando motores para la Feria del Libro de este año.
Moderados por Héctor Collado, uno de los más importantes escritores contemporáneos de nuestro país, Nicolle Alzamora, Gerardo Bósquez, Joel Bracho y Dionisio Guerra, leyeron cuentos de sus colegas y se hicieron preguntas entre ellos sobre su obra. Un diálogo muy fructífero, que revela que hay un puñado de verdaderos escritores trabajando nuestras letras.
Ante el auge de rofiones de jurados y publicadores de libros, estos cuatro autores han expresado muy claramente su visión del oficio, han hablado de la belleza de escribir, de su intencionalidad como escritores, de la lectura como hábitat natural de su tiempo, y del tiempo de la escritura. No hablaron de sueños, ni de derecho a publicar, ni de metas: hablaron de trabajo, de mirada, de posición dentro de las letras.
El espíritu del escritor se construye en el silencio de la lectura, en la algarabía de la escritura, en la búsqueda consciente y a veces a tientas de la propia voz y del lugar desde el que se mira para contar, nunca desde la envidia, ni el afán de protagonismo. Saben que se trata de las letras, de las suyas y de las que representan. La buena noticia es que a pesar de todo, nuestras letras, dentro y fuera de nuestro país, están en muy buenas manos.
Como compartía en estos días el escritor y músico panameño Emiliano Pardo-Tristán, Cortázar nos enseña que “no hay temas buenos ni malos en ninguna parte de la literatura, todo depende de quién y cómo lo trata”, y estos cuatro, como Emiliano, saben muy bien tratar cualquier tema desde el oficio impecable de su escritura.
El autor es escritor