Este es un artículo que le debía al agua, al fuego, al aire y a la tierra. También a Eyra Harbar, que me regaló un racimo de historias hace varios meses atrás. Este artículo se empezó a escribir hace mucho tiempo. Cuando los ríos hablaban con los hombres y la selva cobijaba a sus hijos. Cuando las primeras familias se reunían junto al fuego para contarse cuentos. Este texto es mi regalo de Navidad.
Pienso que el deber de un escritor es también una responsabilidad con su presente y su tiempo. No podemos escribir nada de valor si no tenemos la certeza de que tiene un propósito con la naturaleza y la historia.
Mi relación con la naturaleza y su valoración se expresan mejor desde la literatura. Creo que en la poesía y en los cuentos se puede gestionar también el conocimiento de la cultura y su relación con el mundo natural.
Para Guillermo Castro, la misión de la poesía está en promover a un ser humano capaz de ser “sosteniblemente humano”, es decir, capaz de gestionar nuevas relaciones de convivencia con la la naturaleza y con su semejante. Es lo que hace Eyra Harbar con su libro Cuentos para un planeta hecho de aire, fuego, tierra y agua, obra con la que ganó el Concurso Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, Esther María Osses 2017.
Los cuentos fueron publicados en cuatro cuadernillos con un hermoso diseño gráfico de Salomón Vergara, que permite que nuestros sentidos puedan percibir la obra como un tejido, un hilo conductor que va tejiendo los elementos del planeta y nos une a ellos a través de una cuerda y la luz de la vela de Dora. Cada cuadernillo tiene un título dedicado al aire, al fuego, a la tierra y al agua. Las historias están contadas con una técnica casi desde la oralidad que permite que los niños y jóvenes puedan caminar por el imaginario de los relatos.
“En el principio fue la luz del sol. Antes de eso hubo oscuridad. En el principio, antes de la oscuridad y del sol, fue Dora. Más bien, fue la vela de Dora haciendo la claridad. Así decía doña Dora cuando encendía su vela en el río, especialmente cuando iba a llover. Y siempre llovía. Dora encendía una vela maravillosa que iluminaba toda la casa. La luz era tan fuerte que al otro lado del río podían ver cuando Dora cocinaba, cuando Dora leía, cuando Dora hacía las cuentas y cuando Dora se echaba en la mecedora para soltar otra historia que iría a dar al río. El agua pasaba y la escuchaba, llevándose los cuentos con la corriente hasta llegar al mar”.
La propuesta de Eyra Harbar está relacionada con el desarrollo sostenible y los ecosistemas naturales. Dice Rodrigo Tarté P. en su libro Analfabetismo ecológico. El conocimiento en tiempos de crisis:
“Así como el desarrollo sostenible depende de los ecosistemas, también los ecosistemas pueden beneficiarse del desarrollo sostenible, lo cual en cierta forma envuelve a ambos en una relación simbiótica. Si el desarrollo como tal ha sido destructivo con los ecosistemas, el desarrollo sostenible puede, y debe, hacer lo contrario”.
Con Cuentos para un planeta hecho de aire, fuego, tierra y agua, la autora eleva una consigna ambiental y cultural para gestionar integralmente el conocimiento de nuestras relación histórica desde un puñado de cuentos dinámicos y coloridos. Elabora toda una metodología que permite enfrentar lo que Tarté llamó analfabetismo ecológico, tan dañino como el analfabetismo funcional.
En estos cuentos vamos a encontrar historias estrechamente vinculadas a las ciencias naturales, a las ciencias sociales, a la cultura y a la historia, porque la naturaleza misma es histórica y cultural, y para comprender la crisis actual y saber cómo ayudar debemos conocer los elementos de ese desastre y su desvinculación histórica con la naturaleza. Lo que hace Eyra Harbar desde lo lúdico y metafórico es recuperar ese diálogo con la naturaleza.
Quiero destacar algo con lo que particularmente estoy agradecido con Eyra y es que la presencia del libro, la escritura, la lectura y la oralidad está en varios cuentos como El barco de libros atraca en el puerto, El bibliotecario, Diario de un tucán y El hombre que amaba los árboles. El ser humano es intrínsecamente oral y el lenguaje es su forma de comunión y conocimiento. Las relaciones entre los componentes del desarrollo sostenible: naturaleza, sociedad y economía solo pueden ser comprendidas desde un lenguaje integrador.
Dice Rodrigo Tarté que en un ecosistema natural nadie es excluido de la red, todos tienen un rol, al contrario del ecosistema humano de riqueza y poder donde muchos son excluidos y las desigualdades son infinitas. “No es posible construir sociedades sostenibles en una parte del mundo cuando en otra se contaminan y se degradan los ecosistemas, ya sea por efecto de la pobreza o de la riqueza”, afirma Tarté.
En este sentido, la luz de la vela de Dora es un llamado universal y colectivo. Como lo dice al final de los cuentos:
“Este es el cuento que iluminará otros cuentos que serán narrados con la luz de Dora. Más bien, de la vela de Dora. Las historias irán a dar al río y el río le contará al mar, y el mar las narrará a los barcos que más tarde, a la distancia, se perderán”.
El autor es escritor