Una de las tantas enseñanzas que nos dejó el papa Francisco es la importancia del cuidado de “la casa común”, tal como lo expresa en su encíclica Laudato si’. Este es un tema filosófico de gran relevancia, al punto que Martin Heidegger, en Ser y tiempo, le dedica un capítulo —el sexto— al cuidado (Sorge, en alemán).
En estas fechas -22 de abril- también conmemoramos el Día Mundial de la Tierra. Para que puedan darse las condiciones necesarias para la existencia de la especie humana en el planeta, es fundamental una relación armoniosa entre los seres humanos y la naturaleza. De lo contrario, estaríamos acelerando el proceso de extinción de nuestra propia especie. Como todo fenómeno histórico tiene un inicio y un final, nuestra existencia no será la excepción a esta regla universal.
Al redimensionar el cuidado, Francisco centra el problema en la necesidad de un golpe de timón a la racionalidad capitalista, destructora de todo a su paso. Como él mismo lo señala: “si nos sentimos íntimamente unidos a todo lo que existe… el cuidado brotará de modo espontáneo”. Y eso es precisamente lo que necesitamos para encarar los retos del presente: unirnos y tejer comunidad, sentirnos parte de la naturaleza como algo propio, no como algo ajeno a ella.
Si bien “se advierte una creciente sensibilidad con respecto al ambiente y al cuidado de la naturaleza, y crece una sincera y dolorosa preocupación por lo que está ocurriendo con nuestro planeta”, es necesario seguir bregando en esa discusión. Ese es parte del legado de Francisco. En particular, sus reflexiones ecológicas y su crítica al mercado son fundamentales en estos momentos complejos de la humanidad.
Momentos en los que el capitalismo avanza mientras los demás aspectos de la vida se ponen en entredicho. Falsamente se le asigna un valor de cambio a la naturaleza y a sus recursos. Por ello, “el cuidado de los ecosistemas supone una mirada que vaya más allá de lo inmediato, porque cuando solo se busca un rédito económico rápido”, estamos cavando nuestra propia tumba como especie.
Ante este falso dilema —cuidar la Tierra o explotar todos sus recursos para generar riquezas— optamos por cuidar la Tierra para garantizar nuestra supervivencia, priorizando las verdaderas necesidades humanas en lugar de satisfacer exclusivamente al mercado capitalista. Ese es, precisamente, el legado de Francisco: priorizar la dignidad humana y cuidar la Tierra para garantizar la existencia misma de nuestra especie.
El autor es profesor universitario e investigador.
