Hace unas semanas circuló profusamente por las redes sociales, un video del río Matías Hernández cargado de basura en su camino hacia el mar. Nada impedía que todo ese plástico, latas, contenedores de foam, llantas, neveras y demás desperdicios se sumaran a la enorme contaminción que está afectando gravemente a los océanos, ya que en julio de 2020 la asociación Marea Verde que había instalado una barrera flotante en el río, tuvo que retirarla. A pesar de la importante tarea que estaba cumpliendo la barrera, a los vecinos del área les molestaba ver desde sus ventanas la basura acumulada que, dados los problemas que produjo la pandemia, no podía ser retirada tan rápidamente como era el plan original.
No hubo ni paciencia ni solidaridad con el mar, con el planeta o con el futuro de todos, incluyéndolos. Primó el egoísmo y yo diría, la ignorancia, como un típico caso de “not in my yard” o “si, pero no aquí”, que identifica a movimientos de vecinos que, sabiendo la importancia de determinados proyectos, no están dispuestos a que se hagan en su barrio.
Durante el año y medio de operaciones en el río Matías Hernández, la barrera logró detener 100 toneladas de desechos que de otra manera hubiesen terminado en la costa y el mar. Justo lo que está sucediendo ahora.
Afortunadamente, una nueva versión de la barrera pudo ser instalada en el río Tapia -con el apoyo de la Junta Comunal de Don Bosco y el representante Willi Bermúdez-, que está recogiendo 1.5 toneladas de basura al día; basura que es luego clasificada para su reciclaje.
El modelo también fue puesto en práctica por el Ministerio de Ambiente en 2019, con barreras elaboradas por privados de libertad.
Ahora, la gente de Marea Verde -organización sin fines de lucro creada en 2017 con el objetivo de mitigar la contaminación por desechos sólidos en los ríos y costas- se encuentran en el proceso de istalar una barrera en el Río Juan Díaz, cerca del Corredor Sur.
En esta ocasión, y teniendo en cuenta la triste esperiencia con los vecinos del río Matías Hernández, el proyecto no solo contará con la barrera flotante -conocida como B.O.B.- para detener la basura, sino también con una llamada rueda de agua, que atrapará los desechos tan pronto sean retenidos por la barrera.
Esta rueda de agua, bautizada como Wanda Díaz, es un sistema innovador que utiliza energía hidrálica para recolectar y remover los desechos sólidos, que serán luego transportados para su recolección, clasificación y reciclaje. Se trata de una importante innovación tecnológica que, esperemos, sea también a prueba de vecinos insolidarios.
Además, el proyecto usará un sistema de inteligencia artificial que permitirá saber a ciencia cierta la clase de desechos que llegan al río para poderlos analizar y catalogar, permitiendo la implementación de políticas públicas locales que eviten la contaminación de los ríos.
Marea Verde ha seleccionado con mucho cuidado el sitio donde se debe instalar la nueva barrera en el río Juan Díaz, porque es justo donde existen las mejores condiciones de acceso a la carretera y servicios básicos, seguridad, produndidad del río, etc. Wanda Díaz no puede instalarse en cualquier parte para complacer a unos o a otros. Otra vez, se trata del futuro de los océanos, del planeta y, en fin, de todos nosotros.
El río Juan Díaz es uno de los ríos más contaminados del país, como también lo es el Matías Hernández. Los manglares adyacentes son parte de un ecosistema maravilloso y vital que ha sido muy impactado por el ser humanos. Su destrucción pondrá en riesgo a todos, incluyendo a las comunidades del área, sin importar cuán alta sea la muralla que construyan o cuan alto sea el edificio donde vivan. La inundación llegará.
Obviamente, las barreras flotantes o los artilugios creados por el ingenio humano para combatir la insensatez e indiferencia, no pueden sustituir la toma de conciencia ciudadana y la eficaz institucionalidad. Por ello, el proyecto de Marea Verde incluye un importante componente de sensibilización y trabajo con las comunidades.
La basura es, no hay duda, uno de los problemas más graves que tiene el país, lo que no parecen haber notado la mayoría de los alcaldes, representantes o gobernadores. Ni siquiera desde el Palacio de las Garzas.
¿Quién no ha sentido un enorme tristeza en la ruta a Portobelo, al ver las acumulaciones de basura por todas partes? Y el triste espectáculo se ha ido extendiendo por todo el país, especialmente en la ciudad de Panamá, donde el sistema existente solo parece enriquecer a quienes alquilan los equipos siempre insuficientes.
Si tuviéramos un alcalde con algo de amor por la ciudad -y ojalá pronto podamos deshacernos del que tenemos- tendría el tema de la basura como su prioridad, impulsado los cambios que se requieren, poniendo en ejecución planes pilotos, organizando a las comunidades. Pero es demasiado pedir. Afortunadamente está Marea Verde.
La autora es presidenta de la Fundación para el Desarrollo de la Libertad Ciudadana, capítulo panameño de TI