Todo ejercicio de gestión urbana involucra cierto grado de conciencia de que toda acción urbanística tiene consecuencias socioeconómicas. Un ejemplo claro de ello son las normas de uso de suelo y la zonificación vigente en Panamá desde mediados del siglo XX, todas ellas de inspiración estadounidense y modernista, en especial su variante euclidiana con su racional y extrema separación de usos de suelo (comercial, residencial, industrial) y su preferencia por el automóvil como medio de transporte “… que ha anulado por completo nuestras viejas ideas de la planificación urbana” (Le Corbusier, 1924).
Dicha zonificación con su regulación predial basada en la densidad poblacional, sus retiros, porcentajes de área construida y mínima y listados minuciosos de edificaciones permitidas echaron por tierra más de 400 años de tradición urbanística hispana renacentista (con sus cuadrículas con manzanas cortas, mezcla de usos, mezcla social y espacios jerarquizados en ciudades compactas) y ha servido como base para la especulación inmobiliaria, la segregación social del espacio urbano y la expansión voraz del suburbio con los costos sociales, ambientales y fiscales que estos han representado.
Otro ejemplo son los bienintencionados incentivos a la inversión privada (disfrazados de subsidios a la clase media y baja) como el Bono Solidario o el Interés Preferencial para préstamos hipotecarios las cuales a largo plazo distorsionan el mercado inmobiliario residencial y refuerzan la antes mencionada especulación y segregación espacial expulsando cada vez más a la clase media baja y baja a las periferias.
Todo ello mercadeado como una mejora en calidad de vida alejada del bullicio y suciedad de la vida urbana para nuestras élites económicas, políticas y culturales que huyeron a las periferias iniciando así la degradación y devaluación del casco urbano de ciudades como la nuestra en el siglo XX gracias, en no menor medida, a los avances tecnológicos en el transporte como el auto, el tranvía y el autobús creando así un modelo de aspiración social hacia la vivienda propia, en tierra propia, con un auto propio que posibilite el acceso a la ciudad desde un ambiente semi rural.
Más de tres generaciones hemos crecido bajo este esquema aspiracional creando así una nueva tradición urbanística de la cual será difícil de romper a menos que las elites lideren una nueva aspiración social por vivir, trabajar, estudiar y entretenerse cerca, en un ambiente socialmente diverso… como siempre los humanos hicimos por milenios.
Es por ello por lo que la construcción preferente de la Línea 5 del Metro de Panamá es la mejor oportunidad para catalizar dicho cambio social, al acercar los barrios de La Exposición, Bella Vista, San Francisco, Parque Lefevre y Costa del Este, animando así a sus residentes a dejar el auto en casa.
Dicho proyecto podrá ir acompañado de una política urbanística municipal que cree zonas especiales de desarrollo con un régimen especial de asociaciones público-privadas diseñadas con contribuciones de capital y regulaciones urbanas que potencien el mejor y más intenso uso de la propiedad en zonas con infraestructura mejorada y un óptimo nivel de equipamiento urbano preferiblemente cerca de las estaciones del metro para desconcentrar la vida urbana y sus oportunidades en nuevos nodos y centralidades metropolitanas.
Mientras la sociedad siga viendo a políticos, activistas y profesionales urbanos de clase media y alta predicando las bondades sociales y ambientales de la caminabilidad desde sus barrios amurallados y bien curados, movilizándose en grandes autos a gas, eléctricos o híbridos, los componentes más aspiracionales de esta sociedad seguirán copiando lo que hacen y no lo que dicen los primeros, perpetuando así el infierno vehicular que padecen los residentes de Panamá Oeste, Panamá Norte y Panamá Este y se opondrán, con justa razón, a toda política que limite el ingreso del auto particular al centro de la ciudad como en el resto del mundo civilizado. Si la élite urbana lideró un cambio profundo en el siglo XX, lo puede repetir en el siglo XXI. La ciudad y las generaciones futuras se lo van a agradecer.
El autor es subdirector de Planificación Urbana del Municipio de Panamá