De la chiricanidad: ideosfera e inosfera



En un artículo titulado “De la chiricana tierra. Sustratos”, esbocé una aproximación, sobre bases socio-históricas, a la particularidad que supone ser chiricano dentro de la panameñidad. Esto es, una fundamentación de la chiricanidad. Quien quiera comprenderla en profundidad deberá leer el compendio monumental que realizó Omar Jaén Suárez sobre la génesis de La población del Istmo; el retrato de los sectores dominantes en Panamá durante El Panamá colombiano, de Alfredo Figueroa Navarro; así como las obras sobre la conquista y evangelización de nuestros historiadores, con Alfredo Castillero Calvo a la cabeza, y las historias regionales de Alberto Osorio y Mario Molina.

Sin embargo, a fuer de justos y sinceros, diré que este ahora autodenominado “sentido federal” de Chiriquí se aviene mal al hecho de que la mayor expresión de nacionalismo panameño (antes del 9 de enero de 1964 y de la tragedia de 1989) fue protagonizada por patriotas chiricanos en la lucha heroica de la guerra de Coto (1921), donde, por mantener enarbolada la enseña patria en esa parte de nuestro suelo que hoy es el sur de Costa Rica (por imposición gringa, en definitiva), dieron su sangre personas de Dolega, Puerto Armuelles, Alanje, Boquerón y David, entre muchos otros que espontáneamente se alistaron de este lado del país. Un gesto de heroísmo y nobleza que hunde sus raíces en la malhadada ocupación de la provincia de Chiriquí en 1918.

Este apunte histórico, aunque breve, no tiene otro fin que saludar la publicación de un poemario titulado simplemente Tierra. Este homenaje colectivo del grupo de escritores chiricanos, coaligados en la empresa lírica bajo el nombre “Movimiento Furtivos”, ha dado luz poética a la geografía sentimental de la chiricanidad. Un hecho intelectual que complementa los avatares históricos y sociológicos que bosquejé en los párrafos previos. Pero lo que yo solo insinúo, lo dicen con autoridad académica y poética dos chiricanas de renombre: Damaris Serrano, en el estudio introductorio, y Danae Brugiati, en el epílogo.

Los hilos de oro que conectan Tierra con los poemas de María Olimpia de Obaldía (1891-1985) y Santiago Anguizola Delgado (1898-1980) son temas que deberán ser revelados por el estudio de la rica lírica chiricana y la obra, tanto de ficción como de no ficción, de sus autores más emblemáticos, como Esther María Osses (1914-1990), Rosa Elvira Álvarez (1915-1997), Zydia Candanedo de Zúñiga (1927), Elsie Alvarado de Ricord (1928-2005), Matilde Real (1926-), Dimas Lidio Pitti (1941-2015), y el maestro José Guillermo Ros Zanet (1930-2018). Y esos hilos también conectan con la obra de Abel Candanedo Moreno (1898-1984), César Candanedo (1906-1993) y Mario J. de Obaldía (1919-2003), por citar otros hitos en el acontecer literario de Chiriquí en el siglo XX.

Merece especial atención la obra intelectual de los que llamo “chiricanos tipo 2″, aquellos menos identificados con lo propiamente regional y más preocupados por cuestiones nacionales y globales. Entre ellos destaca el pensador nacido en La Concepción, Ricarte Soler Batista (1932-1994), considerado el máximo teórico de la nacionalidad panameña del siglo XX, según la otra gran referencia intelectual de nuestras luchas nacionales recientes, don Miguel Ángel Candanedo Ortega (1944-2022). También se incluyen Ornel Urriola Marcuci (1936-2019) y Ligia Herrera Jurado (1918-2023), verdadera revolucionaria y fundadora de la geografía regional moderna de Panamá.

Tierra debería servirnos para realizar una genealogía de las temáticas de la chiricanidad entre los siglos XIX y XXI, su “infosfera”; así como proyectar nueva luz sobre la vida y mentalidades de la región en este arco histórico, la “ideosfera” de esa parte de la patria panameña.

El autor es economista.


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