De la masa rebelde al mediocre oficial



La rebelión de las masas, de José Ortega y Gasset, no se refiere al levantamiento popular contra un sistema, sino a la aparición del “hombre masa”, ese ser humano ignorante, mediocre, conformista y espiritualmente insignificante. Solo piensa en sí mismo como el demagogo populista, aprovechándose de las apariencias para fortalecer su entorno económico y político. Proclama el culto a la vulgaridad sin reconocer instancias superiores a él, como el propio pueblo, sobre todo cuando es servidor público. Porque es chabacano, grosero y ordinario. En Panamá, pareciera que estos individuos, principalmente desde una Asamblea glotona y un Ejecutivo ineficaz, pretenden controlar a la sociedad, provocando un estancamiento social e institucional lamentable. Se niegan a conocer la historia y los valores que ayudaron a construir el país, a través de las enseñanzas y costumbres que solidifican el entorno social y fortalecen el nacionalismo.

Al saber poco de cualquier tema en el ambiente cultural, educativo o intelectual, se exponen para descalificarse a través de la tosquedad, la ignorancia y la chabacanería, creyendo que lo saben todo. Jamás debaten, porque solamente mienten, secuestrando la razón a través del engaño y la imposición de su opinión fundamentada en el poder que obtuvo, de una población pusilánime, manejable y sumisa. Al esconder el pasado, están condenados a repetir la deplorable historia, por lo que no aprenden, sino que repiten lo malo para fortalecerse con el mandato obtenido con un sistema clientelista, en el que sobresale su insignificancia académica, profesional, intelectual y ética. Y para rematar, demuestran en campaña ser los reyes de la comedia y de la farsa, cuando casi nada de lo que propusieron lo cumplieron, arropando su ineficiencia en la plaga que expanden en su yo interior, para justificar la indolencia de su gobierno. Utilizando la peste mundial, como la excusa perfecta para robar con el derroche y timar con el embuste.

Su supuesta revolución social, política y cultural la generan con el clientelismo, la demagogia, el “qué hay pa’ mí” y ahora con mayor fortaleza la corrupción, la ausencia de rendición de cuentas, la falta de transparencia y la narcopolítica. La ordinariez, la mediocridad y el retraso educativo, son factores que fomentan para que, a través de la ignorancia de los pueblos, la cual les conviene mantenerla y hasta aumentarla, sigan pululando en el poder. Si la población no abre los ojos, el abismo institucional terminará siendo el precipicio de la democracia, la justicia y la libertad, frente a su permanencia en la regencia del Estado. No hay que ser fascista, progresista o comunista para asimilarte al hombre masa de Ortega y Gasset. Solo mírale la cara, percíbele su movimiento corporal, su risa burlona o su palabra envenenada, y notarás que ese comportamiento de nuestros gobernantes de hoy, sobre todo en la Asamblea Nacional, se asimila a los que dibuja la obra del literato. Buscan el poder sin establecer ningún rumbo ni plan a futuro, para mantenerse y hacer lo mismo que le criticaban a otros y, mucho peor, llenándose los bolsillos con peculio impropio.

Estos “hombres masa” panameños no se limitan al parlamento o al Órgano Ejecutivo. También los hay en la “sociedad civil”, estratégicamente ubicados para justificar todos los desmanes institucionales de sus benefactores. Desde el presidente de la República para abajo, podríamos también calificarlos con el título de otro libro: El hombre mediocre, de José Ingenieros. Porque como mediocres quedaron, tratando de imponer, amedrentar y alarmar para justificar sus decisiones, pareceres u osadías. Pero se equivocaron, tanto así que tuvieron la desfachatez de aceptar que aprobaron contratos leyes que no leyeron, que no entendieron ni asimilaron. Su animalada mental los haría fracasar la prueba Pisa, aunque se tomaran entera una botella de Macallan. Porque para eso sí sirven, para restregarle al vasallo que saben ingerir la garrafa más cara, así como comprar el apartamento más lujoso, aunque no lo puedan justificar. Después terminarán en la cárcel o si acaso subiendo y bajando escaleras, fomentando el estribillo de la “persecución política”.

Hombres masa y mediocres que ni siquiera tuvieron la valentía de someterse al escrutinio que exigía el partido político que gobierna, porque no creen ni en sus propias instituciones, menos en quienes, desde estas, podrían significar un cambio a sus actos malévolos contra el Estado y su población. Llegó por consiguiente el momento de barrerlos a todos a punta de votos. Toma nota Panamá, porque el día después será muy tarde.

El autor es abogado



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