Según informan los diarios, el director de la Policía Nacional ha ordenado reemplazar, en esa institución, el lema ‘Proteger y Servir’ por ‘Dios y Patria’. Sin deseo de criticar a los que gustan de lemas, mi opinión es que éstos deben ser revisados en cuanto a lo que traen a la imaginación por enganche.
El actual lema de la Policía, de uso en muchos países, es un ideal de servicio y protección a la sociedad, de seguridad ciudadana, y no de dominio; provoca acciones positivas en sus miembros, logrando invocación y promesa. Aunque casi a nadie le interesa lo que los lemas pretenden en su profundidad, es sabido que en alguna forma configuran y dominan el pensamiento con un objetivo específico. Lamentablemente, con frecuencia son instrumentos huecos o indeterminados.
Cuando los lemas surgen de instituciones públicas, nos resguardamos del lenguaje, ya que en ocasiones dejan al margen importantes retos sociales, o se pueden interpretar como eventual amenaza. En el caso del tema que ocupa este espacio, se estaría cambiando un modo de proceder policial aceptado por todos con nombre y apellido: proteger y servir. Como podemos decir que la población en general es devota de Dios y de la Patria, se me ocurre que no cabría aquí destacar exclusividad de la Policía en esa denominación. Cada palabra significa algo, y el conjunto de ellas produce imágenes que inciden en las decisiones y comportamiento de los seres humanos. Si los lemas son artísticos o simples ritos emocionales no hay manera de que se conviertan en algo real, dado que nadie sabrá hacer uso de ellos.
En consecuencia, estimo que como la formación de nuestra Policía Nacional es de fondo, es preciso que ningún lema se convierta en antivalores o sea de naturaleza abstracta o vaga. Nuestras manifestaciones culturales están ligadas a la búsqueda de una organización social ideal, a tradiciones, a la comunicación, y a impactos históricos negativos como fue la falsía del ‘Todo por la Patria’. Así, debemos tener claro que las transformaciones o modificaciones de cualquier tipo dentro del país repercuten en la forma en que nos vemos nosotros mismos; por eso sugiero que hay que ser prudentes en todo, para no convertir lo sano en una enfermedad.
En lo específico, lemas para la noble profesión del Policía, que son siempre contentivos de valores, compromiso y dedicación, se proponen como recordatorios de que su vida debe ser altruista, de sacrificios, coraje e integridad. Siendo sus funciones las de protectores reales de la sociedad, es indispensable apoyar su preparación y su sentido de unidad, honor, ley y justicia. Cierto es que su misión básica es prevenir el crimen y atender violaciones a la Ley y al orden público, pero ellos no pueden cumplir tan amplia y delicada labor con un sistema de justicia criminal que no funciona como debiera. Este es el eslabón roto en la cadena requerida para resolver el problema de la seguridad ciudadana.
En conclusión, la cultura policíaca enfocada en el servicio a la ciudadanía logra siempre confianza, simpatía y cooperación del público. Esa visión hace imperativo concentrarnos en su realidad para verdaderamente apoyarlos en el ejercicio de su delicada misión. El Policía es, en una comunidad civilizada, trabajador social, consejero y amigo, arropado con el manto de representante de la Ley.
El autor fue Embajador ante las Naciones Unidas