Hace unos días una noticia del ámbito internacional captó mi atención: Villa Certosa, la mansión de Silvio Berlusconi ubicada en la Costa Esmeralda de Cerdeña estaba a la venta. inevitablemente los recuerdos empezaron a llegar: Finmeccanica, Impregilo, Selex, Valter Lavítola, Agafia, radares, helicópteros, coimas, impunidad.
Recordemos pues. En agosto de 2011, Ricardo Martinelli viajó a Cerdeña con una muy interesante comitiva, entre los que estaban el entonces ministro de Obras Públicas, Federico Suárez, Ricardo Francolini, Gabriel Betesh, el prófugo de la justicia, Adolfo, “Chichi” de Obarrio.
Habían salido del país rumbo a Alemania a recibir las tuneladoras para la construcción del metro. Pero resulta que, además, harían una parada secreta en Italia para visitar a Berlusconi en su mansión de Cerdeña. El viaje había sido organizado por el italiano Valter Lavítola -que cobraría gran notoriedad más tarde-, como parte del plan de negocio surgido desde que conoció a Martinelli en septiembre de 2009, cuando el recién electo presidente panameño visitó Italia. El grupo de panameños estaba muy entusiasmado con la visita a Cerdeña, pero no contaban con el hecho de que el entonces primer ministro italiano no estaba interesado en el encuentro.
Cuando llegaron a Villa Certosa Berlusconi brillaba por su ausencia, por lo que tuvieron que limitarse a visitar los jardines de la villa. A pesar de la intención de mantener en secreto la gira italiana, todos los detalles fueron divulgados durante los procesos judiciales que mucho más tarde se le siguieron en Italia tanto a las empresas involucradas como a Valter Lavítola, por el pago de sobornos a cambio de la obtención de millonarios contratos con el gobierno panameño. Para Lavítola y las empresas que financiaron la estadía de Martinelli en un lujoso hotel de Cerdeña, se trataba de una “inversión” que luego rendiría frutos. Ciertamente el talante de Lavítola encajaba perfectamente con el “clima de negocios” del Panamá de aquellos años.
Ha pasado tanta agua bajo el puente, que recordar aquella trama tiene su gracia y produce tristeza a la vez. Como se sabe, la cosa terminó como el rosario de la aurora para Lavítola y las empresas italianas que fueron condenas en Italia. En Panamá hubo completa impunidad, pero al menos los que planeaban recibir un dinerito extra y negocios sin fin con los italianos, vieron sus planes frustrados.
Revisando las fechas de los acontecimientos reparo en que casi al mismo tiempo que se producía la gira europea del presidente Martinelli y su combo, la entonces directora de la Dirección de Catrastro y Bienes Patrimoniales -luego Autoridad Nacional de Tierras (Anati)-, la señora Anabela Villamonte Murgas, traspasaba a título gratuito un terreno frente al mar en Punta Paitilla, supuestamente a un vendedor de flores.
Los diarios del “new business” publicaban en primera plana que se trataba de un acto de justicia para un humilde panameño. Pero obviamente, la verdadera historia iba por otros caminos e indignó hasta a la copartidaria de Martinelli, Mayin Correa, quien años antes, cuando ejercía como alcaldesa capitalina, había intentado hacer un parque en el lugar.
El enfado ciudadano fue de tal magnitud que el entuerto se logró deshacer, mientras aquellos que pensaban beneficiarse del traspaso fraudulento tuvieron que tragar fuerte. Significativamente y tal como revelaron investigaciones periodísticas, uno de esos era Gabriel Betesh, quien formaba parte del grupo que acompañaba a Martinelli en la visita frustrada a Villa Certosa.
Curiosamente también, en 2011 se produjo aquel escándalo llamado Juan Hombrón que involucró a un ministro del gobierno Martinelli -cuyo nombre prefiero olvidar-, en proceso de adjudicación fraudulenta de terrenos frente al mar en la costa del pacífico coclesano. Un plan despreciable que utilizaba a humildes pescadores del área como carnada. No lo logró.
Luego vendría por supuesto la rapiña mayor liderada por Odebrecht que fue imparable hasta que lo fue. En realidad, el gigante brasilero ya estaba en Panamá y solo le tocó cambiar de interlocutor cuando Ricardo Martinelli llegó al poder.
Sorprendente lo que me ha hecho recordar la venta de Villa Certosa. Sorprendente el poder del periodismo de investigación y de una ciudadanía alerta. El caso Finmeccanica, el terreno del florista y Juan Hombrón fueron escándalos que salieron a la luz gracias al periodismo riguroso, incuestionable, responsable. Un periodismo que provocó también la airada reacción ciudadana, impidiendo que los mafiosos de siempre se salieran con la suya.
El tema es muy importante cuando estamos en una campaña electoral que, gracias a las redes sociales y al poder del dinero, promete ser difícil, irrespetuosa y destructora de la convivencia democrática.
Confundir el periodismo serio y riguroso con tanta basura que pulula a su anchas por las redes sociales esparciendo mentiras, sucede más de lo que creemos. Es preciso afinar el sentido crítico, dudar y verificar la fuente como fórmula que nos permita navegar a salvo en mares tan procelosos como los actuales.
La democracia está en riesgo, aquí y en muchas partes. Por ello, defenderla en estos momentos de gran crispación es un deber de todos los ciudadanos de buena voluntad. Se vienen tiempos difíciles y nadie puede ser indiferente. Los paseos a Cerdeña no deben volver.
La autora es presidenta de la Fundación para el Desarrollo de la Libertad Ciudadana, Transparencia Internacional de Panamá.