La palabra ego significa yo en latín y es bien sabido que las personas con un ego exacerbado suelen tener fuerte necesidad de atención, reconocimiento y validación externa, experimentando, además, una grave distorsión de la realidad, al proyectar ante la sociedad una imagen ficticia muy alejada de su propio ser.
Por lo general son personas manipuladoras y acaparadoras, incapaces de reconocer sus errores. Desconocen, por tanto, cualquier opinión que no sea la suya, y creen tener siempre la razón, llegando incluso, al extremo de culpar y descalificar a los demás, a fin de que todo salga a su favor, frente a todo aquello que no cuadra con su realidad o supuesta verdad absoluta,
Lo anterior viene a colación a raíz de las declaraciones de Felipe Argote en el Knockaut de La Prensa del pasado domingo 15 de diciembre. Aunque los argumentos de este reconocido economista podrían tener cierta utilidad como propuesta en el diálogo sobre la CSS, destaca, sin embargo, el exceso de palabrería
Es curioso y lamentable, por decir lo menos, que en nuestro pintoresco y vernáculo país, además del pesado lastre de la corrupción, el oportunismo y juega vivo que hasta ahora han sido los principales obstáculos que hemos tenido para encontrar soluciones y consensos sobre delicados temas de interés nacional, se suma ahora el ego desmedido de quienes solamente aspiran a tener un protagonismo especial, promoviendo el “darwinismo” político y social, en toda ocasión que surja para la promoción del debate, bajo los principios civilizados de un diálogo coherente, sereno y práctico de la realidad.
Es una verdadera pena que, en el transcurrir del actual debate nacional promovido por la Comisión de Trabajo, Salud y Desarrollo Social de la Asamblea Nacional, sobre el proyecto de ley #163 que busca reformar la Ley #51 de la Caja de Seguro Social, a fin de fortalecer y darle sostenibilidad en el tiempo a las finanzas del rograma de Invalidez, Vejez y Muerte, además de mejorar las prestaciones de salud que brinda la CSS, este se haya convertido en un concurso de monólogos o “selfys auditivos” si cabe la expresión, por parte de la inmensa mayoría de participantes de diversos sectores de la sociedad, que, al parecer, también padecen del mismo mal que -ahora nos enteramos-, aqueja gravemente al señor Argote.
A propósito de este crucial proyecto de ley sobre la CSS, es importante valorar y respetar el esfuerzo, dedicación, valentía y tolerancia demostrados por el equipo de gobierno del presidente José Raúl Mulino. Este equipo, liderado por el director de la Caja de Seguro Social, Dino Mon Vásquez; el ministro de Salud, Fernando Boyd Galindo; y el ministro de Economía, Felipe Chapman, ha explicado y sustentado el proyecto en la Asamblea Nacional y ante los medios con mesura, claridad y fundamentación lógica. Además, han escuchado con genuina atención y paciencia todas las intervenciones y posturas, muchas de ellas contrastantes o incluso surrealistas, tanto de diputados como de ciudadanos que han planteado sus propias propuestas para este tema
Es tiempo de reflexión y mesura. De recordar y entender, además, el principio elemental que prevalece en las democracias: nada es químicamente puro, ni existe la perfección absoluta en ninguno de nuestros actos o pensamientos. Por tanto, exhorto a todos los panameños, a que aportemos la cuota de sacrificio y tolerancia necesarios que el momento exige, dejando a un lado el ego y la vanidad perfeccionista que suele acompañarnos. De esta forma, liberados así de mezquindades y oscuros intereses, podemos regalarnos una buena Ley para salvar al Seguro Social de Panamá. Esta gran institución se lo merece, y nosotros también.
El autor es escritor y pintor.