Los primeros días de la presidencia de Trump en Estados Unidos han venido cargados de controversia y caos. Aparte de las amenazas con tomarse el Canal de Panamá, comprar Groenlandia, cambiarle el nombre al Golfo de México a Golfo de América, el presidente Trump ha firmado decenas de decretos, proclamaciones y memorandos que esencialmente han afectado el funcionamiento de muchas instituciones dentro y fuera de Estados Unidos. Algunas de éstas, ya han sido demandadas por considerarse inconstitucionales o por ir en contra de las leyes existentes. En algunos casos ha tenido que recular, al darse cuenta de cuán contraproducente son estas medidas.
Algunos de las acciones más visibles ha sido el aparente aumento en las deportaciones de inmigrantes ilegales con historial de delitos violentos. Esta medida, es en general apoyada por las mayorías, pero ha desatado una ola de temor y preocupación entre los más de 10 millones de inmigrantes que residen en este país, trabajando honradamente, contribuyendo a la economía, pagando sus impuestos, pero que viven indocumentados. En mi hospital ya hemos recibido capacitación sobre cómo manejar las situaciones en las que la policía de migración, conocida ICE, venga a arrestar a uno de nuestros pacientes. El presidente Trump anunció también que se va a habilitar un presidio en la base naval de Guantánamo para albergar a los deportados. No puedo imaginarme la frustración de un inmigrante cubano que cruzó el Darién, atravesó los desiertos de Texas y como premio termina de vuelta en una celda en la Isla. Como decía el comediante Tres patines en este tipo de situaciones: ¡Ataja!
La otra decisión del gobierno entrante fue el retiro de Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esta entidad fue formada en 1948, después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos fue uno de sus promotores y socios fundadores y hasta hace unas semanas era uno de sus principales miembros y financiadores. Pero Trump desde su presidencia anterior le tenía puesto el ojo. En parte, porque culpa a la OMS del mal manejo inicial del covid-19, en parte porque él afirma que Estados Unidos le envía demasiado dinero que no es administrado eficientemente y otros países como China no contribuyen lo suficiente y tienen mucha influencia en esa organización. Sea por lo que sea, el retiro de Estados Unidos de la OMS no solo puede tener consecuencias nefastas para los países más pobres cuyos grandes problemas de salud realmente dependen de las intervenciones de ésta, sino para Estados Unidos que pierde la valiosa información sobre la vigilancia de enfermedades emergentes y deja de contribuir a la formulación de políticas en pro de la salud global. Ni hablar de lo que ocurriría si nos visita otra Pandemia y la OMS y Estados Unidos no se hablan.
Otra de las medidas más controversiales y con visos de autoritarismo fue el despido masivo de los inspectores generales de la mayoría de las instituciones. Estos inspectores están encargados de detectar fraude, abuso y corrupción en las instituciones públicas. En cierta forma funcionan como las oficinas de la Contraloría en las instituciones panameñas. Sin estos controles, se hace mucho más fácil realizar todo tipo de chanchullos sin una adecuada supervisión. La explicación para esta medida está basada en principio en un deseo de eficientizar la administración pública. El resultado de estos despidos está por verse.
Además del retiro de la OMS, Trump ha ordenado congelar en parte los fondos de investigación utilizados por el Instituto Nacional de Salud (NIH). Ha prohibido las reuniones científicas, ha prohibido la aprobación de nuevos proyectos, ha prohibido los viajes a reuniones científicas, las comunicaciones o publicaciones y ha decretado muchas otras medidas que afectan directa o indirectamente la investigación en temas de salud y salud pública. Estas medidas prometen ser temporales y con el propósito de reducir el gasto, mal uso y despilfarro, pero mis colegas médicos-científicos que trabajaban con fondos del NIH, han quedado estupefactos, desorientados y con la esperanza de que estos mandatos sean revocados lo antes posible. Las consecuencias negativas de estas restricciones para miles de pacientes pudieran ser, a la larga, inconmensurables. Y para complicar la situación, el candidato propuesto por Trump para liderar la Secretaría de Salud, Robert F. Kennedy, tiene una visión muy marginal sobre la ciencia, está opuesto a las vacunas y ha sido repudiado hasta por algunos miembros de su famosa familia. Espero que el sentido común prevalezca y en temas de salud, este nuevo gobierno tome las mejores decisiones.
Como era de esperarse, el presidente Trump ha empezado también a tomar medidas vindicativas en contra de sus opositores y críticos. Por un lado, despidió a los funcionarios que lo investigaron por la toma del Capitolio en enero 6 de 2021, le ha retirado la seguridad personal a diversos exfuncionarios públicos que lo han adversado públicamente, incluyendo al Dr. Antoni Fauci y al General Milley. Presiento que estas medidas son sólo el comienzo de una larga lista investigaciones, despidos y acusaciones.
Ahora, aunque he sido crítico con muchas de estas medidas en este escrito, es importante mencionar que el presidente Trump ganó ampliamente las últimas elecciones, controla el Congreso y el Senado, tiene mayoría de jueces conservadores en la Corte Suprema de Justicia y todo esto logrado en forma legal y democrática. Aquí se aplica el dicho que “un pueblo tiene el gobierno que merece” y que eligió. Durante toda su campaña manifestó claramente su intención de hacer mucho de lo que está haciendo, y un porcentaje muy alto de la población aprueba y aplaude estas acciones sin reservas, y considera que son necesarias y beneficiosas. Así que a los norteamericanos que no gustan de Trump y sus decretos, no les queda otra que abrocharse el cinturón, disentir y utilizar las herramientas legales para contrarrestar las medidas, esperar que los poderes Legislativo y Judicial hagan su función supervisora y prepararse para una montaña rusa de cuatro años.
El autor es médico.

