Nuestra democracia está en peligro



Conversaba con unos amigos sobre Movin y sus proyectos, cuando uno preguntó cuál era la razón detrás de todo nuestro esfuerzo. ¿Qué nos motiva a hacer lo que hacemos?.

Menos de un minuto me tomó responder, no sin antes recordar tantos momentos buenos y no tan buenos que hemos vivido en estos cuatro años. Vino a mi mente ese instante cuando un grupo de personas, la mayoría sin conocerse, de manera voluntaria e intencional, nos unimos para evitar la reelección disfrazada de Ricardo Martinelli y, en el proceso, descubrimos que él solo era un factor que exponenció una corrupción sistémica que terminó de carcomer a casi todas nuestras instituciones. Tanto es así, que hoy día todo nuestro sistema político está comprometido y no es sostenible.

No es sostenible, porque a pesar de que el PIB crece, este crecimiento excluye cada vez más a un número importante de ciudadanos, robándoles la oportunidad de desarrollarse y vivir de manera digna. No es sostenible, porque la corrupción ha aumentado tanto, que ha hecho que los servicios públicos sean cada vez peores o estén ausentes, lo que aumenta la brecha entre quienes pueden pagar servicios privados y quienes no y, peor aún, privándoles de su bienestar y la calidad de vida que merecen. No es sostenible, porque los políticos que ya se acostumbraron a vivir de esta podredumbre siguen presionando por más recursos y, sin ninguna conciencia ni señal de arrepentimiento, siguen restregándonos sus sinvergüenzuras, amparándose en un supuesto “altruismo”, disfrazando la corrupción y el clientelismo como sensibilidad social.

¿Cuánto tiempo creemos que puede pasar antes de que un “mesías” capitalice la frustración ciudadana y se aproveche de nuestras ya debilitadas instituciones, apuntando a nuestra democracia como causante de todos los problemas? ¿Cuánto le tomaría erigirse como salvador de los ciudadanos, sobre todo de los que más sufren las consecuencias de la corrupción? Las encuestas del Barómetro de las Américas lo indican: en Panamá, cada vez más se perfila el autoritarismo como una alternativa para solucionar los problemas que la democracia no ha podido resolver, y quienes ya vivimos en una dictadura sabemos que ese no es el camino, pero… ¿y los jóvenes?, ¿qué de los que no sufrieron esta experiencia?, ¿qué de los que no han despertado aún ante este peligro?

Por esta razón, es imperante trabajar juntos. La democracia está en peligro. Basta con ver lo que viven nuestros vecinos de Venezuela y Nicaragua, cómo perdieron su patria y cómo viven en el exilio o luchan internamente exponiendo su vida.

La democracia, con todas sus imperfecciones, es mejor que la mejor de las dictaduras. Y el cáncer que más la destruye es la corrupción. Por ello, tenemos que combatirla con un cambio, una transformación cultural que la castigue electoralmente y rechace socialmente, y una justicia que la condene. Solo así podremos mejorar la educación, la salud, los servicios públicos, la calidad de vida de los ciudadanos, construir un país donde cada panameño pueda desarrollarse y vivir en una sociedad más próspera y equitativa.

La autora es miembro de Movin.

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