En la naturaleza, las plantas enfrentan desafíos como sequías, suelos pobres y temperaturas extremas que las obligan a activar mecanismos de adaptación para sobrevivir. Sin embargo, con la llegada de las primeras lluvias o una mejora en su entorno, estas plantas florecen de manera espectacular. Este fenómeno, conocido como florecimiento o blooming en inglés, es una metáfora poderosa y un concepto transformador pues demuestra que, tras situaciones desafiantes, basta solo una mejora en las condiciones para que surja la oportunidad de expandirse y prosperar.
Así como las plantas necesitan un entorno adecuado para desplegar su potencial, estoy convencida de que lo mismo ocurre con las empresas y las comunidades. Enfrentamos una crisis global que nos desafía simultáneamente en lo económico, social y ambiental, pero creo firmemente que, con las condiciones adecuadas, las empresas y comunidades superarán estas adversidades y tendrán la capacidad de liderar la transformación hacia un futuro más resiliente, sostenible y próspero.
Recientemente se publicó un informe de Ernst & Young, titulado “A New Economy”, que describe esta crisis global con gran claridad. Habla de modelos económicos lineales que dependen de la explotación desmedida de recursos finitos, un enfoque excesivo en métricas de corto plazo que ignoran el bienestar social y ambiental, y desigualdades persistentes que amplían las brechas entre quienes tienen y quienes no. Estas realidades son, sin duda, alarmantes, pero también dejan claro dónde están las oportunidades para cambiar.
El informe propone conceptos como el pensamiento sistémico y la circularidad para rediseñar nuestros sistemas económicos. Estas ideas me resuenan profundamente porque, aunque nos hablan de los problemas, también nos señalan el camino hacia las soluciones. Sin embargo, siento que falta algo crucial: una visión que integre el impacto compartido dentro de los modelos de negocio.
Desde mi experiencia con pequeñas y medianas empresas (MiPyMEs), he visto que esto es posible y que estas empresas tienen un potencial único de generar el cambio con la velocidad y la flexibilidad que se requiere. Creo que el impacto compartido va más allá de la sostenibilidad, esto significa integrar prácticas empresariales que generen beneficios simultáneos para todos los actores involucrados: empleados, clientes, comunidades y el medio ambiente.
Una empresa que transforma residuos en nuevos productos es un gran ejemplo de circularidad y una solución ambiental, pero el impacto compartido requiere expandir su enfoque hacia un modelo que fomente la innovación, motive la investigación y desarrolle ideas que beneficien a todos los actores involucrados. Esto implica crear alianzas estratégicas que potencien el desarrollo colectivo, compartir conocimientos que inspiren nuevas soluciones, colaborar con comunidades para resolver problemas locales y generar oportunidades que trascienden los objetivos individuales.
Las MiPyMEs, con su flexibilidad única, tienen la capacidad de implementar transformaciones de manera ágil y eficiente. Representan la mayoría del tejido empresarial, al igual que los individuos dentro de sus comunidades, formando la base de nuestras economías locales. Este paralelismo entre las MiPyMEs y las personas resalta su potencial transformador: cuando estas pequeñas unidades colaboran y adoptan modelos de impacto compartido, generan cambios positivos en su entorno inmediato y desencadenan un efecto dominó capaz de impulsar una transformación profunda y sostenible a nivel global.
Esto ya está ocurriendo en espacios como el Centro de Innovación de Ciudad del Saber, donde vemos cómo empresas, organizaciones y personas están colaborando activamente para diseñar e implementar soluciones sostenibles. Desde proyectos de economía circular hasta iniciativas que integran investigación, desarrollo e innovación. Estas acciones están creando el entorno adecuado para que este florecimiento suceda.
Ahora es el momento de unirnos a estos esfuerzos, de expandir estas iniciativas y demostrar que, cuando trabajamos juntos, podemos transformar nuestras crisis en las bases de un futuro más resiliente y sostenible. ¿Estamos listos para liderar este cambio? Yo creo que sí, y muchos ya estamos dando el ejemplo.
La autora es directora de Desarrollo Institucional y Comunicaciones de ANCON, experta en sostenibilidad e innovación, miembro del Centro de Innovación de Ciudad del Saber y cofundadora de Bloom Innova.
