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POLíTICA

Cada día que pasa gana terreno la apatía

Para nadie es un secreto que mientras los precios de los alimentos, medicinas, servicios básicos, combustible, vivienda y otros de primera necesidad, suben, reduciendo el nivel de vida del panameño, cada día el desempleo aumenta y la inversión extranjera se aleja, la inconformidad de la población aumenta, mientras que el Gobierno se empecina en atender asuntos que no traerán ningún alivio a la situación que estamos viviendo. Existe un autismo político, tan malo o peor que el existente hasta el 30 de junio.

Con el cuento de una separación de poderes que no existió antes, ni ahora, ni existirá después, con las reglas que están vigentes, diputados, representantes y personeros del gobierno central hacen de las suyas, y no se diga del Órgano Judicial, donde magistrados y jueces ya tienen instalada su propia ventanilla única.

Tanto el presidente como sus colaboradores se ven confundidos y perdidos en medio de una noche huracanada, tornados, rayos, centellas, tsunamis y terremotos, sin que se vea una dirigencia que adopte medidas drásticas para, por lo menos, detener las actuaciones de quienes abiertamente hacen todo lo que les da la gana en perjuicio del pueblo panameño. Los famosos primeros 100 no podían servir como “vacaciones” al presidente y su Gabinete, sino más bien como el lapso en que había que congelarse todos los precios de la canasta básica, hasta que la maltrecha economía que quedó después de la década perdida, empezara un franco periodo de recuperación. Aquí ocurrió al contrario, desde que llegó al poder el nuevo gobierno, todo ha subido y las autoridades están como pajarito en grama, moviendo la cabeza de un lado para otro. Paralización total.

Nadie duda ni criticaría que en un madrugonazo de los que están acostumbrados a dar los partidos, los verdaderos dueños de las curules de la Asamblea, dictan una ley y disuelven ese cuerpo policial, que solo se sirve a sí mismo y protege corruptos y delincuentes, esperando los aumentos a los que los acostumbraron los sátrapas de la década perdida.

Que intervenga de una vez por todas esa Caja de Seguro Social y termine metiendo presos a los corruptos que la han desfalcado y puesto en quiebra, que les diga a esos “acreedores” de coimas y sobreprecios que durante 10 años chuparon de la teta del Estado y se enriquecieron, les diga basta ya y váyanse todos al carajo. Que termine el relajo que hay en la Asamblea Nacional, y quien no funcione que se vaya para su casa, a las buenas o a las malas, si al fin de cuentas, aquí no existe democracia ni libertad ni respeto alguno por los derechos humanos.

Con un movimiento obrero que lo único que le preocupa es el cobro de la cuota sindical, que se arropan con el manto de la izquierda para poder morder tanto de un lado como del otro, con una dirigencia que se perpetúa y anquilosa en el poder, porque son los que garantizan a los empresarios la continuidad del sistema, en verdad ningún cambio vendrá ni del movimiento de trabajadores ni de los políticos, y mucho menos del ciudadano común y corriente.

Mientras diputados y el gobierno central se afanan en desviar la atención, con la cacareada ley migratoria y una reforma constitucional que ya se vislumbra que no es más que otra farsa que no trae sino más de lo mismo, y lo mismo de siempre, demagogia y más demagogia, igual que lo hacen Nicolás Maduro en Venezuela, Ortega en Nicaragua y Evo Morales en Bolivia, todo seguirá igual y el único cambio que se dará es el mismo que se dio en 2004, donde todo se cambió para que nada cambie.

Ya no es solamente el virus de la inmunodeficiencia social lo que tiene paralizado todo, sino ahora se suma otro que es peor; la apatía, que acelerará el tren hacia el descarrilamiento absoluto, y quizá sea lo mejor que nos pase, y que mientras más pronto sea, será mejor.

Como está ocurriendo en otros lares, el número de “idiotas” cada día aumenta más, y aunque no se aprecie, el deterioro es cada día mayor. Aquí el nuevo gobierno lo que ha representado es solo una repartición de cargos, y lo que es peor, como no hay cama para tanta gente, los que hasta hoy formaban esa precaria mayoría que los llevó al poder irán abandonando el barco, y los 2 mil millones no van a alcanzar sino para satisfacer intereses.

Existe una total y absoluta paralización en todas las oficinas públicas. Nada camina, todo está atrasado y las cosas andan peor que antes, el Ministerio de Seguridad, por ejemplo, está paralítico, no se firma un documento para concluir ningún proceso. La incompetencia es manifiesta y evidente.

Solapadamente se siguen propiciando múltiples actos de corrupción, a la vez que el encubrimiento y la impunidad reinan; teniendo en cuenta que no hay mal que dure 100 años, ni cuerpo que lo resista, aquí puede suceder cualquier cosa.

Y no vengan con el cuento chino de que si fracasa el gobierno, fracasamos todos. Ya llevamos más de tres décadas de gobiernos fallidos, y nadie se ha sentido responsable por ello. La pasada campaña electoral demostró cuan desastroso fue el gobierno anterior, y, aun así, hubo gente que votó por ellos.

No cabe la menor duda de que necesitamos un fujimorazo, que mande para sus casas y la cárcel tanto a diputado corrupto como a magistrados venales de todo tipo… la pregunta es, ¿quién podrá hacerlo?

Pero eso solo puede acontecer si la apatía toma cuerpo entre la población… ¡Que Dios nos agarre confesados!

El autor es abogado


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