Sin ánimo excluyente debo decir que en el Partido Revolucionario Democrático (PRD), fundado por el general Omar Torrijos Herrera, hay en sus filas elementos de mucha dignidad, pero hay otros muy conocidos que llegaron a ocupar elevados cargos cuando fueron gobierno, años en los que perdieron la vergüenza y se prestaron para toda clase de actos de corrupción, con ansias desmedidas de enriquecerse y, lo que es peor, se postraron a los pies del imperio yankee que nos había invadido.
Tengo claro en mi memoria el momento en que el doctor Ernesto Pérez Balladares, figura cimera de ese partido, no tuvo reparo, aun cuando no se había secado la sangre de los muertos asesinados de la invasión, de subir las escaleras del Palacio de las Garzas para, en forma humillante, decirle al presidente Guillermo Endara Galimany que el PRD le haría una oposición leal, o sea, que no se preocupara de que existieran intrincados ataques a su gobierno.
Muchos miembros del PRD asistieron a fiestas y eventos en la Embajada de Estados Unidos con posterioridad a la invasión. Esos gestos se combinaron con el cambio de lenguaje y el alejamiento de las causas de la izquierda más tradicional. En adelante, el PRD no sería sospechoso ante el Tío Sam.
No hay espacio suficiente en esta crónica para referirnos a la metamorfosis de un partido social demócrata y progresista que tomó otro rumbo distinto al que le señaló su inspirador Omar Torrijos, luego de la firma de los tratados que él y Carter suscribieron.
La zozobra y falta de coherencia ideológica del PRD se exacerbaron con el gobierno de Martín Torrijos, quien no solo concluyó el tratado de promoción comercial entre Panamá y Estados Unidos, sino que acogió como anfitrión al segundo presidente Bush, responsable de la matanza en Irak y de tanta barbarie asociada a la lucha contra el terrorismo.
El PRD se enfrenta hoy en harapos a un torneo electoral, en el cual reconocidos miembros de su Comité Ejecutivo Nacional son mencionados como parte en escándalos mayúsculos de planillas en la Asamblea, adquisición de tierras estatales y rejuegos con los fondos estatales transferidos a federaciones deportivas. No tengo nada contra el candidato presidencial Laurentino Nito Cortizo. Sin embargo, considero que la cercanía de ciertas figuras cuestionables del PRD manchan su candidatura presidencial.
Ese es finalmente el gran desafío del PRD. Que este partido enfrente su crisis y la supere con valores democráticos, una mayor solidaridad social y un compromiso con la transparencia. De lo contrario, seguirán las indignidades.
El autor es abogado y periodista.